Más que la renovación del Poder Judicial, la verdadera batalla se encontraba en determinar el poder de Morena, por lo que las fuerzas políticas en contienda sobrepasaron las propias lógicas de los votantes y dejaron a merced del proceso electoral que el árbitro garantizara, por lo menos, la estructura operativa de un proceso político inédito, frágil, confuso y desangelado para la ciudadanía.