En las décadas de los 60 y 70, la comunidad estudiantil en México se impregnó de ideas “revolucionarias” del boom del comunismo en Cuba, Chile, Rusia, China, etcétera, que los incitaron a salir de sus aulas y manifestarse en un acto increíblemente romántico de ideales juveniles con estandartes de Salvador Allende, Ernesto “El Che” Guevara y Emiliano Zapata, porque “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”.
Pero en una versión charra, provinciana y corrupta, surgió la Federación Universitaria del Estado de Hidalgo (FEUH); nadie entiende por qué “federación” si solamente existía la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. De antemano, podemos analizar la falta de conceptos e ideas claros debido a una precaria educación escolar; en concreto, se trataba de un grupillo de porros encargados de mantener el orden para que las juventudes de la entidad no fueran a contaminarse de ideales y estandartes.
¿Recuerdan la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco? Bueno, en Hidalgo tendríamos a los garroteros de gobierno, los que fueron a golpear y matar estudiantes; esos eran la FEUH, en una metáfora, claro.
Esa joya de corrupción fue encabezada por Gerardo Sosa Castelán, por lo menos es información que circula libremente en la web y en rumores de la capital hidalguense, mismo personaje que décadas después presidiría el Patronato Universitario, que no es otra cosa que el órgano rector de la UAEH, es decir, el rector es una mera figura decorativa.
En la actualidad, la UAEH es el palacio del grupo político universitario que vivió un resurgimiento en el sexenio pasado por la cercanía del jefe del Patronato y el exgobernador Francisco Olvera Ruiz, mientras Gerardo Sosa seguía siendo militante del tricolor y expandía sus huestes al PAN –terminando en una pelea estruendosa-; ahora aparece como propietario de Movimiento Ciudadano en Hidalgo, partido que encabeza Damián Sosa, el expanista, o eso se cuenta.
De ello podemos advertir por qué cierto diario que hace periodismo con convicción les da auge a los viejos amigos panistas de Damián Sosa, al tiempo que ha tomado un perfil de golpeteo a la actual administración estatal, tratando de posicionar cuadros naranjas.
Como si el pasado no fuera suficiente, Gerardo Sosa se ha dado a la tarea de buscar magnificar su disminuido coto de poder en el estado –las amistades bajo las cuales se amparaba y delinquía ya no le rinden los mismos frutos-, valiéndose de desprestigiar al gobierno estatal actual a través de fugas de información, financiamiento a ciertos movimientos sociales, movilizaciones, escándalos mediáticos como el cobro de un supuesto adeudo millonario a la UAEH por parte de gobierno estatal, así como el intento de evadir el pago de servicios como la luz y el agua.
La corrupción en la institución pública de educación ha sido más que sonada desde hace décadas, pero es sólo hasta este momento que las autoridades estatales han decidido incorporar la figura de órganos internos de control para transparentar, sobre todo el área financiera, de instituciones estatales como Derechos Humanos, UAEH, IEEH y los Tribunales.
Este hecho se antoja congruente con el problema de corrupción que atraviesa la entidad, así como el coletazo de los temas nacionales; además, es un ejercicio necesario para deslindar las dudas que revolotean sobre un presupuesto perteneciente a la esfera pública que resulta de interés general y que preocupa que pueda estar siendo destinado a cuestiones como la manutención de un partido político, redes ciudadanas que auspiciaron candidatos independientes, o hasta lavado de dinero.
Miles de rumores rondan las finanzas de las garzas universitarias, que aumentan su colegiatura al tiempo que presumen un suntuoso equipo de basquetbol y sacan a centenares de estudiantes a eventos políticos con la promesa de mejores calificaciones, viajes al extranjero o empleo al interior, mientras su calidad educativa cada día se encuentra más diezmada; ni hablar de la de los candidatos emanados de sus filas, que hacen pensar en el ejercicio irresponsable de los recursos de campaña o de un gasto poco transparente que permite el jineteo de diversas cantidades.
Obviamente, el diputado local –con pésimo desempeño legislativo- de la facción de Movimiento Ciudadano tomó la tribuna para encabezar la defensa del Grupo Universitario con base en la autonomía que constituye como un valor trascendental en la vida de las instituciones educativas públicas, lo cual es cierto cuando hablamos de historias como la de la UNAM, que peleó ferozmente por dicha autonomía cuando sus estudiantes habían sido golpeados y vejados al interior de sus aulas, pero no es el mismo caso de la UAEH, que a duras penas puede reivindicar la imagen de porros que aparecen en varias averiguaciones previas por delitos como homicidio, violación, robo a mano armada y que son protagonistas de centenares de relatos donde mostraron su prepotencia y su falta sanidad mental.
Las autoridades de la UAEH no están en posición de reclamar la “imposición” de un órgano de control que le permita deslindar sus cuentas que nunca han sido transparentadas y que no deben ser empleadas para el costeo de campañas ni para la vida lujosa de unos cuantos; están perdiendo de vista que son un ente público y que sus estudiantes no están cegados ante la realidad de sus motivos políticos e intereses económicos.
Es necesario hacer un voto de confianza en el monitoreo de entidades que permanecieron en las sombras durante años, ya no son los años de oro del grupo universitario, ya no pueden movilizar estudiantes para infundir miedo por vandalismo; es tiempo de rendir cuentas y transparentar a una institución que pertenece a la esfera pública, no tiene un dueño particular ni es un órgano adherente a ningún partido político, que tiene necesidades y deficiencias; es hora de rendir cuentas porque es algo que le debe a Hidalgo, a los exestudiantes y estudiantes.
