El llamado al voto en la elección del Poder Judicial, de este 1° de junio, por parte del senador Cuauhtémoc Ochoa -para que las y los mexicanos acudan a las urnas para reestructurar lo que ha implicado el monopolio de la justicia en México- se ha erigido poco menos que un “lamento en el desierto”.
La reforma impulsada por López Obrador y culminada por la presidenta Claudia Sheinbaum sobre el Poder Judicial condensa la visión clara de los sectores duros de la izquierda para desterrar el sistema de vigilancia operativa del antiguo régimen que le permitía ser juez y parte en el amparo de los privilegios de las élites del poder. Empero, mis únicos y queridos lectores, la reforma al Poder Judicial que salió a mercado político abierto con la votación soberana del pueblo puede, materialmente, ser tirada por tierra porque su difusión y comprensión social no está acompañada por la ciudadanía, que no percibe la importancia y trascendencia de este proceso.
AMLO intentó poner el dedo en la llaga para que la ciudadanía comprendiera que el Poder Judicial servía y había servido a los intereses de la élites económicas y políticas en México, y que gran parte de los problemas de la procuración e impartición de justicia incidían en correlación directa con la desigualdad y la pobreza de las y los mexicanos. Ante estas declaraciones de conciencia política, la derecha se encargó de crear una campaña mediática donde acusaba a López Obrador, y posteriormente a Sheinbaum Pardo, de “querer secuestrar la justicia” y la burocracia del Poder Judicial hizo lo propio para proteger sus intereses.
Empero, el peso de la mayoría calificada de Morena en el Congreso dio paso a la aprobación de la reforma al Poder Judicial con todos los pesares y lloriqueos de las fuerzas del antiguo régimen que se tuvieron que tragar su derrota. Ante esto, los primeros escarceos de la derecha se presentaron a través de señalar que la reforma al Poder Judicial se había “politizado”; brujos, todo lo que implica disputa por el poder es politización de praxis política, como diría Gramsci.
En el análisis crítico, el 1º de junio próximo se presenta como una cita electoral que adolece de los nutrientes políticos que permitan asegurar para la 4T una renovación de forma y fondo al Poder Judicial; esto sólo es posible con la configuración de leyes secundarias que guarden el control del proceso.
El voto ciudadano no es suficiente.
Más allá de esta elección del Poder Judicial, el voto ciudadano jamás es suficiente en las estelas de la democracia si no está acompañado de un proceso de conciencia política y lectura de la realidad social. En este trazo, poco hizo Morena antes de la reforma al Poder Judicial para advertir los peligros de que este Poder público siguiera en los trazos históricos de proteger los intereses estamentales de las élites en México.
Lo que se ganó en la mesa o, mejor dicho, en el Congreso, se puede ir por tierra en la elección del 1º de junio.
Se han abierto tantas trincheras en el gobierno de Sheinbaum Pardo, que desde los enemigos en casa hasta los desatinos de los que les ha quedado grande la 4T, la presidenta de México tiene retos que ya han excedido sus fuerzas y estamos comenzado a percibir que su firmeza y exigencias son las que primarán para que las deliberaciones políticas no se recrudezcan en su gobierno.
La 4T no debe convertirse en un lamento en el desierto.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.