Al PRI le puede dar cáncer terminal

La renovación de la dirigencia estatal tricolor no se motiva en estatutos sino en la naturaleza misma del PRI: política, la urgencia de un líder a la altura del legendario Invencible.

Como nunca pueden faltar los negritos en el arroz, hay quienes inmediatamente buscaron que ciertos medios de comunicación los “candidatearan” a través de convenio$ nada modestos: Onésimo Serrano González e Ignacio Ibargüengoitia Franzony, con inusitado cinismo, ya levantaron la mano porque se creen capaces de “ahora sí, dar el ancho”, pero sus aspiraciones quedan lejos de ser ridículas para causar indignación.

¿De Onésimo Serrano qué no se ha dicho ya?, desde su incongruencia política dando sendos discursos para erradicar la pobreza (micrófono en mano se observa su reloj Cartier), hasta su pésimo desempeño en… de momento, la delegación federal de SEDESOL con obras inconclusas, mochadas, nóminas infladas, amigas cercanas, borracheras y borrachazos.

Como dirigente del tricolor lo único que haría Serrano sería montar una cantina, por cierto, una práctica no mal vista en algún tiempo y fue Jesús Murillo Karam quien luchó ferozmente para frenar esta situación.

Onésimo daría el mensaje de un retroceso de grandes “líderes priistas” como “El Negro” Durazo o Javier Duarte, minimizando la caballada hidalguense a una escoria más en el plano político, y ni hablar de cómo destrozaría el discurso del gobernador.

A Onésimo Serrano le urgen unas vacaciones lejos de los reflectores, antes de que los señalamientos en su contra se conviertan en averiguaciones previas, pues eso inhabilitaría cualquier aspiración política del grupo al que, dice, pertenece.

Sin embargo, la gran sorpresa fue Ignacio Ibargüengoitia Franzony, secretario de Operación Política del CDE priista, que desde la semana pasada se ha dado a la tarea de contratar espacios publicitarios con quien se deje para que, por favor, lo hagan aspirante a presidir el tricolor.

Nada mal le caería hacerse responsable económicamente de las multas que esa dirigencia generó y no ha pagado; si hay tanto recurso, valdría la pena una buena inversión.

El joven Ignacio comenzó su carrera como instructor de spinning en un conocido gimnasio de San Javier, mientras concluía sus estudios profesionales (por cierto de la generación de oro conformada por David Hernández Martínez, Leticia Chapa Guerrero, Salvador Franco Cravioto, etcétera). Más tarde concluyó estudios de posgrado patrocinados por Manuel Ángel Núñez Soto, quien es su padrino político junto con Alberto Meléndez Apodaca (personajes famosos en los chismes políticos estatales y nacionales).

El “consentido” de Meléndez Apodaca arribó a la Secretaría de Planeación y Desarrollo Regional como subsecretario, encargado nada más y nada menos que de subsidiar obras municipales (en este momento usted, querido lector, piensa en las enormes coincidencias entre Onésimo e Ignacio).

Se dice que durante esos años el joven Ibargüengoitia se hizo de algunas constructoras que eran las mismas que trabajaban las obras en los municipios, y que una de sus auxiliares más cercanas era la encargada de llevar la enorme tarea de confianza; se cuenta que también cobraban un buen porcentaje por obra a los alcaldes.

Laman Carranza señaló la falta de operatividad del trabajo de la SEPLADERYM, al grado de reducirla a un ente bajo el resguardo de la Secretaría de Finanzas, además –dicen- de encontrar un desfalco de casi 40 millones de pesos.

Para acabar pronto: como funcionario público, Ibargüengoitia dejó una enorme deuda y un raquítico trabajo: el Tuzobús, el Corredor Quetzalcóatl o el Proyecto PLATAH. Mientras que como enlace institucional, en 2015 fue encargado del municipio de Huejutla, donde los oriundos dicen que “siempre le zacateó” y su pésima estrategia contribuyó al triunfo del PES.

Si de algo sabe Ibargüengoitia Franzony es de traiciones para sobrevivir: durante el sexenio pasado fue miembro activo del Grupo La Joya y presumía su cercanía con Francisco Olvera Ruiz, al ingresar al CDE se decía amigo cercano del Señor de Bucareli, ya entrados en campaña presumía su amistad con la gente más cercana del candidato tricolor, también se dijo el más cercano a Meléndez Apodaca, para ahora finalmente colgarse de David Hernández Madrid.

Ya como secretario de Operación Política exhibió su falta de talento político, al grado de que le convendría regresar a disciplinas atléticas. Durante los trabajos de selección de candidatos no se presentó en ninguna mesa, o sea, no trabajó, limitándose a recopilar datos junto a sus secretarias porque los análisis políticos que le correspondían los mandaba a hacer.

Para los comicios de Omitlán anduvo preguntando cómo se trabajaban las secciones, mandando a tantos delegados políticos como pudo por desconocer la operación de campo y para que los conocedores terminaran haciendo el trabajo.

Ahora con las renovaciones municipales sólo se ha presentado en Jacala con su amigo Javier Amador, que no tiene presencia ni arraigo y está desaparecido políticamente, pues en diversos municipios los reclamos a Ibargüengoitia fueron “muy calientes”, con decirles que hasta en su oficina del CDE llovían gritonizas.

Ignacio Ibargüengoitia sabe que está a un paso de la extinción política junto a su jefe, en un intento de argucia ambos buscan fingir una ruptura interior para hacer ver al novato como operador estrella.

Aunque la falta de credibilidad de Ibargüengoitia se debe a, según los rumores, que inventó haber enfermado de cáncer para justificar su ausencia en plena contienda electoral y, dicen, su única intervención médica fue una cirugía menor de vesícula, acompañada de frecuentes periodos vacacionales y su prosperidad como empresario con un restaurante de comida mexicana en el extranjero.

Lo que Ignacio procura ocultar es el enojo con que cuenta en la Plaza Juárez, en Bucareli y en Constitución por su vergonzosa conducta y falta de madurez. Infinito debe ser el amor de David Hernández Madrid para protegerlo a costa de las aspiraciones de su propio hijo.

La advertencia es evidente: cuidado a quien esté cerca, recuerden lo que pasó con Ricardo Crespo, que al igual que Meléndez intentó dejar posicionado a su joven delfín.

Es así como Serrano e Ibargüengoitia representan la decadencia moderna del PRI, y a pesar de sus grandes inversiones económicas en publicidad, que dejan de lado los programas de desarrollo social y las multas electorales, no son candidatos.

Su imagen pagada no les alcanza para ocultar quiénes son, ni siquiera para sus candidaturas a diputados federales que resguardan como plan secundario, dejando expuestos a quienes les dan cabida sabiendo que no son del agrado del primer priísta.

Onésimo e Ignacio podrían causarle cáncer a El Invencible, o ya se lo están causando.

 

DESDE LA ANTESALA DEL INVENCIBLE:

Cuentan los rumores que el que anda muy movido presentando exámenes para ingresar a la Policía Federal es Marco Antonio Pérez Álvarez, que figura como secretario particular de Alberto Meléndez Apodaca, y quien, dicen, debe su actual puesto a Ignacio Ibargüengoitia Franzony.

A su arribo al CDE, Pérez Álvarez se pavoneaba de ser gente del presidente, de quien por cierto recibió autorización y amplio margen de acción al avalar todas sus conductas.

Adentro de El Invencible tan mal se ve el panorama que es mejor huir.