Oratoria del conocimiento muerto

En un escenario ampliamente constructivista, la Reforma Educativa se decapita con la verticalidad política. Mientras el constructivismo parte de la idea de que el conocimiento es producto de una construcción social y se encarna en las prácticas educativas horizontales, el secretario de Educación, Aurelio Nuño, se presenta vertical con el slogan “la Reforma Educativa va”, como si su sola imposición pudiese rendir los frutos de la calidad educativa que tanto requieren la sociedad y el país.

La retórica de “la Reforma va” encierra un autoritarismo de magnitudes insospechadas que no concuerda con la horizontalidad de la educación que se pretende impulsar, donde sus actores en reciprocidad y bajo su perspectiva de contexto recrean el conocimiento.

Detrás de esto, Aurelio Nuño esconde el hecho de que la firmeza que debía mostrar para sustituir a Emilio Chuayffet, cuya debilidad política era evidente, se convirtió rápidamente en autoritarismo, obstinación y necedad; esto deterioró la imagen de Nuño, pero no sin razón, sino con el peso de lo que menos se quiere sobre el secretario de Educación: el descrédito y la desconfianza ciudadana.

En poco tiempo, ante esta actitud de nepotismo, Aurelio Nuño pasó de presidenciable a indeseable, cuestión que fue sumándose a una imagen que perdió el brillo del inicio y hoy languidece en la oscuridad, salvo cuando aparece en los reflectores televisivos para volver aún más gris su figura.

En esta estela de desaciertos, el costo de la factura se la propinó una niña de primaria que en un discurso le advirtió que su pronunciación de la palabra “leer” había sido errónea, error imperdonable para un secretario de Educación, lo cual no se tomó sólo como un desatino o un “lapsus brutus”, sino que dejó huellas que no se pueden borrar y que conjuntamente a la muerte violenta de profesores y a su represión, parecen haber construido el epitafio de Nuño.

Gabriela Mistral, poetisa y maestra ganadora del Premio Nobel, que inauguró una escuela en el poblado de Mineral del Chico -si la memoria no me juega una mala pasada-, señaló: “La educación no puede transmitir conocimientos muertos”.

En un escenario ampliamente constructivista, la Reforma Educativa se decapita con la verticalidad política. Mientras el constructivismo parte de la idea de que el conocimiento es producto de una construcción social y se encarna en las prácticas educativas horizontales, el secretario de Educación, Aurelio Nuño, se presenta vertical con el slogan “la Reforma Educativa va”, como si su sola imposición pudiese rendir los frutos de la calidad educativa que tanto requieren la sociedad y el país.

La retórica de “la Reforma va” encierra un autoritarismo de magnitudes insospechadas que no concuerda con la horizontalidad de la educación que se pretende impulsar, donde sus actores en reciprocidad y bajo su perspectiva de contexto recrean el conocimiento.

Detrás de esto, Aurelio Nuño esconde el hecho de que la firmeza que debía mostrar para sustituir a Emilio Chuayffet, cuya debilidad política era evidente, se convirtió rápidamente en autoritarismo, obstinación y necedad; esto deterioró la imagen de Nuño, pero no sin razón, sino con el peso de lo que menos se quiere sobre el secretario de Educación: el descrédito y la desconfianza ciudadana.

En poco tiempo, ante esta actitud de nepotismo, Aurelio Nuño pasó de presidenciable a indeseable, cuestión que fue sumándose a una imagen que perdió el brillo del inicio y hoy languidece en la oscuridad, salvo cuando aparece en los reflectores televisivos para volver aún más gris su figura.

En esta estela de desaciertos, el costo de la factura se la propinó una niña de primaria que en un discurso le advirtió que su pronunciación de la palabra “leer” había sido errónea, error imperdonable para un secretario de Educación, lo cual no se tomó sólo como un desatino o un “lapsus brutus”, sino que dejó huellas que no se pueden borrar y que conjuntamente a la muerte violenta de profesores y a su represión, parecen haber construido el epitafio de Nuño.

Gabriela Mistral, poetisa y maestra ganadora del Premio Nobel, que inauguró una escuela en el poblado de Mineral del Chico -si la memoria no me juega una mala pasada-, señaló: “La educación no puede transmitir conocimientos muertos”.

Hoy que la educación languidece, parece que la sociedad del conocimiento muerto supera las expectativas de la ignorancia y reclama un verdadera Reforma Educativa, incluyente, socializada y de todos los mexicanos.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.