Fue mi error, mi fantasía

Los aires de la transformación nos tienen muy confundidos a todos. Hace apenas unos días surgió una extraña complicación que nos pone de frente a un problema de congruencia y de comunicación que, esperemos, no sea característica del nuevo gobierno.

Resulta que en la presentación del presupuesto para las universidades públicas del país para el 2019 se planteaba un recorte de 5 mil millones de pesos, decisión que afectaba directamente los planes y funciones básicas de estas instituciones (docencia, investigación y difusión de la cultura).

Las voces de reclamo no se hicieron esperar y las universidades afectadas levantaron la voz y ya comenzaban a organizarse para realizar algunas marchas y eventos en contra del recorte, pues esta acción no resultaba congruente con las promesas de campaña de nuestro actual presidente. Entre los pronunciamientos, no podía faltar la postura de la máxima casa de estudios del estado quien, en su tradicional defensa de la autonomía, invitaba al actual presidente a respetar el presupuesto para la educación superior en el país y el libre uso de los recursos.

En medio del hervidero, el presidente apareció en un evento público en nuestro estado para decir que “se cometió un error” y que siempre no hay recorte presupuestal para las universidades y que todo seguirá como hasta ahora, aprovechando el momento para hacer un llamado a la austeridad y al uso responsable del dinero del pueblo mexicano.

No entendemos aún el mensaje político detrás de la admisión del error (o del miedo a las consecuencias de tomar una decisión que involucraba a muchos nuevos enemigos políticos y que afectaba a un importante sector de la población); tampoco entendemos las nuevas contradicciones que trae consigo un cambio político que promete la transformación nacional, pero hay algo que tal vez gracias a este error estemos comenzando a entender: que el poder sigue sin ser nuestro.