Trabajar, un verbo que no tiene futuro

Trabajar significa “realizar una actividad física o intelectual, en general de forma continuada, y recibir un salario por ello”. Se lee fácil, pero trabajar es un verbo con muchos matices que no alcanzan a ser recogidos en esta definición. Trabajar nos convierte en animales productivos que se organizan y dividen para la realización de un “algo” por lo que recibimos dinero.

Si revisamos el proceso, el fin último del trabajo es el dinero. Y en el camino a conseguirlo nos jugamos cosas irrecuperables que parecen haber dejado de importarnos. Nuestra fuerza de trabajo es la explotación de nuestros cuerpos y mentes para conseguir dinero. Y ese dinero tiene como propósito cubrir las necesidades básicas para estar en el mundo de la forma más digna posible.

 

Mucho trabajo y poco dinero

Sin embargo, eso no ocurre hoy en día, podemos vender nuestra fuerza de trabajo y obtener menos de lo necesario para existir. El trabajo se ha convertido en el gran tema del presente en el que nos han vendido la idea de la vocación y el disfrute de la explotación como la encarnación misma del éxito. ¿En qué momento de la historia nos vendieron esta gran mentira? ¿Por qué tenemos que creerla? Al final, frente al hambre, lo que sea.

 

Estabilidad laboral y económica, sueño imposible de las nuevas generaciones

Es triste, sí, pero las actuales condiciones de trabajo en México y el mundo nos obligan a reformar nuestros pensamientos para no seguir creyendo en formas de laborar que ya no existen más, sobre todo para las nuevas generaciones, que tendrán que dejar de soñar con la estabilidad laboral y, por consecuencia, la económica. Pocas cosas nos quedarán al desconectar al trabajo de la realización y la vocación, pero tal vez siendo realistas podríamos encontrar nuevas formas de producir y ganar sin vivir bajo la sombra fantasmal de lo que solía ser el trabajo.

No cabe duda: trabajar es un verbo que no tiene futuro.