Arquitectura de la memoria

La historia existe en la memoria. En ella almacenamos el pasado y lo resguardamos para tener las pruebas del paso del tiempo. En el mejor de los casos, ese resguardo debería servir para observar nuestros errores y no repetirlos, para tener presente aquello que nos ha salvado cuando las cosas se ponen difíciles. 

Cuando una universidad decide ponerle el nombre de Gerardo Sosa Castelán a su torre de posgrado, la misión de la memoria ha sido aniquilada. En esta borradura hay también una declaración de valores, una declaración política triste y gris del futuro de una universidad pública. 

El mensaje que se transmite a través de este hecho es poderoso y deja sin armas a toda una comunidad para defender la honestidad, la cultura del esfuerzo y los valores que, se supone, debería transmitir la educación pública de una nación. ¿Cómo puede un profesor decir a sus alumnos que no roben o mientan cuando la cabeza de su escuela tiene un historial como el de Sosa Castelán? 

La arquitectura de los lugares, y sus nombres, son un reflejo de nuestro tiempo. En Hidalgo hay luchas que han evolucionado y se han plasmado en toda la iconoclasia del movimiento feminista y su intervención en la arquitectura de la ciudad. Existe una forma de ciudad marcada por las decisiones del gobierno en turno y existe también una arquitectura institucional que se posiciona y afirma a través de sus construcciones. 

¿Cuál es la lucha de la universidad? ¿Cuál es su rumbo? Es importante pensar la respuesta a cuál es la declaración detrás de una decisión que le da al edificio más moderno e imponente de la UAEH, el nombre de Gerardo Sosa Castelán. 


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