Santiago Nieto dejó el cargo en la procuración de justicia y democracia en Hidalgo para migrar a Querétaro y continuar con su carrera política. El vacío político se hizo presente, el gendarme custodio se había convertido en pieza fundamental en la estructura de gobierno de Julio Menchaca y no se trataba de sustituir personajes en la procuración de justicia, cuestión que dejaba un impasse con mal sabor de boca y la interrogante de las condiciones inconclusas en la Estafa Siniestra.
La balanza de la procuración de justicia y democracia marcó el relevo público. Francisco Fernández Hasbun asumió el cargo en la PGJEH, pero no se volvió a saber a ciencia cierta cuáles eran los entretelones de las pesquisas de la Estafa Siniestra y, en los hechos, las detenciones se estancaron cobrando como notoriedad la actuación de Fernández Hasbun en el cierre de bares de Zona Plateada, pero no en la profundización de las indagatorias en materia de malversación pública que le dieron piso firme al gobierno de la alternancia en Hidalgo.
Todo parecía detenido en la procuración de la justicia y la democracia, salvo los golpes que se le asestaban al huachicol y a los bares, pero estos no tenían que ver con la depuración de la burocracia pública que había sido la bandera de reestructuración de la probidad en el gobierno. En el intertanto, el peso de las realizaciones de las Rutas de la Transformación copó los reflectores, hasta que en la escena de la justicia apareció el caso del exalcalde de Pachuca, Eleazar García, que se enlazaría a la telaraña de las viejas prácticas de la malversación pública; lejano y distante a la Estafa Siniestra, pero en la sinergia del peculado, Eleazar García reavivaba el escenario para la PGJEH.
El capítulo que protagonizó para la PGJEH la detención de Eleazar García fue a la postre una derrota de la justicia y una mofa social. Los reflectores del caso se vieron empañados por la “reparación del daño” que fijaron los tribunales, causando estupor en la ciudadanía que quedó burlada ante la forma en que se manejó la malversación pública que causó descrédito a la procuración de justicia. La ironía se cernía en “le robo al erario y después le restituyo lo que me puedan probar”.
La historia se tornaba amarga y las pesquisas de la Estafa Siniestra se volvieron irrelevantes, tanto en la audición ciudadana como para el peso específico de la credibilidad y legitimidad que le habían otorgado al gobierno de Julio Menchaca.
En estos vaivenes, las notas periodísticas olvidaron la Estafa Siniestra. Sólo se hablaba de manera colateral en torno al nombramiento de Omar Fayad como embajador en Noruega, que parecía cerrar el capítulo a nivel de la estructura de poder del antiguo régimen. Se trataba de un borrón y cuenta nueva.
En el trayecto de las pesquisas de la Estafa Siniestra se sucedieron detenciones paralelas a funcionarios de CAASIM, pero nada trazó, de manera contundente, vínculos expresos con la red de conspiración que había significado la gran estafa al pueblo de Hidalgo, y se generó una especie de catarsis de la justicia, a saber: no tengo todos los pelos de la Estafa Siniestra, pero a cambio los peces menores caen en la red.
La Estafa Siniestra entraba en términos de epitafio al contubernio público. Sus hilos habían dejado preguntas irresueltas como, ¿por qué no se tocó a ningún mando superior del gobierno de Omar Fayad?, ¿a dónde fueron a parar los recursos públicos y su arqueo en cuantía?, ¿por qué los presidentes municipales estaban inmersos en la Estafa Siniestra como eslabones de piso firme?, ¿qué Secretarías y programas sociales se vincularon? y ¿el dinero de los desvíos había ido a parar a paraísos fiscales como Panamá?
Las cosas quedaron en un impasse sin respuestas, parecía que iban al archivo muerto cuando ocurrió un suceso alegórico: Jessica Blancas, exsecretaria de Finanzas, aparecía fotografiada en Pachuca tomándose un helado. El correlato no se hizo esperar, los medios de comunicación sacaron la nota, los fantasmas volvían, pero se esfumaron con rapidez.