Pese a haber logrado una de las senadurías de Hidalgo por Morena, Cuauhtémoc Ochoa ha presentado desde las estructuras guindas una serie de impugnaciones sobre su ascenso, que develan la carencia de identidad política en el imaginario colectivo guinda y las estructuras de poder de la 4T.
El análisis crítico de este escenario político apunta a que Ochoa Fernández no concita un entramado de coherencia y consecuencia política en el poder orgánico de Morena Hidalgo y en la complejidad que reviste la operación política en el Senado, condición que en torno al pasado proceso electoral dio origen a especulaciones sobre la carencia de legitimidad en el ascenso a su candidatura, cuestión que estuvo acompañada del rechazo de las bases militantes del partido guinda que, inclusive, se pronunciaron en diversos espacios creando un clima de aversión a esta candidatura.
Aunado a esto, la coordinación de la candidatura de Ochoa Fernández quedó a cargo de Lisset Marcelino, quien en estos días en los que en Morena Hidalgo y en el staff de gobierno de Julio Menchaca ya empieza a tomar el nivel de evaluación y análisis lo ocurrido más allá de los resultados del 2 de junio sobre procesos y operación política, ya impugnan la actuación de Lisset Marcelino y han creado una tensión nítida sobre su presencia política.
Lo que trasciende en los corrillos políticos estriba en los cálculos de operación política que requiere Morena a nivel nacional para darle certeza a la construcción del 2º Piso de la transformación política, donde la serie de escaños que han ocupado diversos personeros que contendieron por Morena a nivel nacional en la elección del 2 de junio y que lograron posicionarse en la palestra pública, es fiel reflejo de que “ni son todos los que están ni están todos los que son”. Todo apunta a que la construcción del 2º Piso de la transformación no cuenta con los cimientos idóneos para encauzar el proyecto político de Claudia Sheinbaum.
Es verdad que los bombos y platillos con los que arriba Claudia Sheinbaum se encuentran empoderados por el capital político de López Obrador y que la mayoría calificada en el Congreso federal admiten razones sobradas para apreciar que la era del “esplendor de las transformaciones políticas” está por experimentar un clímax de las realizaciones de Morena a nivel nacional. Empero, la inteligencia política del gobierno de Morena en la depuración de sus estructuras y cuadros empezará a primar en la reestructuración de fuerzas y su correlación en el gobierno de la primera presidenta de la nación.
Los vectores de legitimidad, credibilidad y lealtad de compromiso político y de operación política persiguen la imagen de Cuauhtémoc Ochoa, pero lo que sobresale en este escenario son las estelas de alejamiento con el Poder Ejecutivo de la entidad, condición que no alude a la armonización que busca Julio Menchaca dentro de las lógicas de la transformación desde el 4º Piso.
Queda en este convulso escenario de evaluación sobre la pertinencia y peso político de los encargos de “orden vital” en la estructura del gobierno de Julio Menchaca la actuación del binomio entre Cuauhtémoc Ochoa y Lisset Marcelino, que se encuentran bajo el panóptico de la depuración política de la 4T.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.