Del colonialismo español al colonialismo político

El 12 de octubre, Claudia Sheinbaum abandonó la tradicional apología civilizatoria de la conquista y colonialismo español, e hizo un sentido llamado para abandonar el subdesarrollo político del pensamiento arcaico de las élites del poder en México, que se empeñaron por décadas para crear el colonialismo político.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.

Por fin una nueva concepción de la historia. La presidenta Claudia Sheinbaum el pasado 12 de octubre, donde la liturgia tradicional era hacer una apología civilizatoria de la conquista y colonialismo español sobre los pueblos originarios de lo que hoy denominamos América Latina, ha trazado una reivindicación del indigenismo y el nacionalismo mexicano, tirando por tierra como también lo hizo Octavio Paz o Néstor García Canclini, la apoteósica conquista sobre los pueblos indios” que, invariablemente, cultivaron la historia del buen salvaje” desde Europa.

Pero el pronunciamiento de Sheinbaum Pardo no sólo fue un diálogo hacia la nación de reivindicación de los pueblos originarios. También, un sentido llamado para abandonar el subdesarrollo político del pensamiento arcaico de las élites del poder en México que se empeñaron por décadas para crear el colonialismo político que prima en la mente de aquellos que fueron avasallados por el antiguo régimen y que, inconscientemente, en la mayoría de los casos”, se convirtieron en el buen salvaje”, ser al que se le domestica por el estómago, la represión y con el ofrecimiento de un mundo mejor.

Hidalgo es la prueba fiel de que el colonialismo político es proclive a crear y criar al buen salvaje”. Durante nueve décadas, el bastión priista del caciquismo político en suelo hidalguense se encargó de hacer pasar la idea de que el progreso de México” era revolucionario e institucional. Como contradicción primaria, se exponía que la revolución se podía institucionalizar; es decir, crear estructuras emancipatorias (libertarias) enfocadas para construir oportunidades sociales e individuales, distribuir y crear la riqueza y consolidar ese México que miraba hacia la grandeza.

En los hechos, en Hidalgo, el buen salvaje” jamás conoció -desde ese colonialismo político del añejo bastión priista- las oportunidades sociales, pero sí las individuales que se enraizaron en el caciquismo político y sus estelas con un pequeño núcleo de oligarcas de la agricultura y la minería que hicieron prosperar, también, a un pequeño y cerrado núcleo de comerciantes. Así, desde las tierras de labranza de la Huasteca hidalguense, pasando por la minería en San Miguel Regla y las ruecas de mulas que llevaban las mercancías del comercio desde Pachuca, se inició la prosperidad para menos del 5% de la población de Hidalgo al amparo del colonialismo político del siglo XIX, XX al XXI.

Y qué decir de distribuir y crear riqueza. En un estado como Hidalgo, donde las asimetrías sociales van a contrapelo de las Rutas de la Transformación del gobierno de Julio Menchaca, la distribución de la riqueza sigue siendo una quimera. En lo sustantivo, más del 90% de la población vive en condiciones de pobreza y carencia; los pueblos originarios en el abandono y la opresión de caciques; los que se hartan del hambre y la miseria migran a Estados Unidos, donde en ciudades como Indianápolis algunos despistados pretenden hermanarla con ciudades de Hidalgo, sin tener en cuenta que esto es el despropósito de la dicotomía entre la opulencia (Indianápolis) y la precariedad (Apan, Actopan, Pachuca…).

Y del México de la grandeza. Hidalgo va a contracorriente en la idea de progreso. Su historia narra el esplendor minero de una sociedad que se estancó, y del brutal colonialismo político que lo sumió en la opresión hegemónica que lo rezagó por más de nueve décadas. Por ende, en el escenario del ascenso del claudismo, las macro obras y la notoriedad política del vínculo entre Claudia Sheinbaum y Julio Menchaca, la realidad social en Hidalgo evidencia la crudeza del subdesarrollo político que permeó desde ese colonialismo político del bastión de poder que, desde un partido, institucionalizó una revolución”, al tiempo que institucionalizaba una casta política que se eternizó en el poder en la nación.

Del colonialismo español al colonialismo político el tránsito del buen salvaje” es el mismo. Hidalgo se mira en la pobreza y desigualdad social y debe remar a contracorriente en una insospechada narrativa política, donde la despolitización de su pueblo es el mejor ejemplo del colonialismo español y el colonialismo político.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.