De mitos y fantasías se alimenta la realidad social y la política no es la excepción en estos momentos, donde el ascenso de Claudia Sheinbaum y el beso en la mejilla que recibió de AMLO en Palacio Nacional tienen inquieta a la bolsa de valores, a los empresarios nacionales y extranjeros, así como a la inversión nacional y foránea que, frente a la incipiente depreciación del peso, ha construido una narrativa y dramatización de que el Plan C de la 4T vaticina “comunismo”.
Nada tan equívoco como la presunción que la misma oposición en Hidalgo ha hecho de que el PLAN C de López Obrador, que trazó la imperiosa necesidad de demoler en las urnas al antiguo régimen y lograr que la mayoría calificada borrara todo obstáculo en el Congreso federal y local, esté auspiciando la hipótesis temeraria y mordaz de que lo que se avecina en el país es el “comunismo”. Por cierto, desde los científicos de la política para la oposición inculta e ignorante, el modo de producción comunista jamás existió; es una hipótesis (respuesta científica) de las aspiraciones del sistema socialista que anhelaba una fase de evolución mayor de equidad social.
Si algo caracteriza a la izquierda en el planeta y, desde luego a la mexicana en esta era política, es que es ampliamente reformista, pero no pretende cambiar la estructura económica capitalista. Los fantasmas que circulan en la opinión pública en Hidalgo, en donde los corrillos de las redes sociales -que no se cansan de presentar imágenes que ni siquiera pertenecen a los países de la órbita socialista-, se encuentran advirtiendo que ya viene el “comunismo” y se adhieren a las campañas que intentan crear un clímax de ideas que atemoricen a la ciudadanía, pero sin fundamento científico, político y mucho menos económico dentro de las lógicas del Estado mexicano.
La incipiente devaluación del peso no es un signo inequívoco de que el comunismo cabalga vertiginosamente para quitarle a los mexicanos su propiedad en inmuebles, automóvil o teléfono móvil. Esta es una monserga que creó en una reunión el grupúsculo de la oposición de Claudio X. González y que trascendió desde la cúpula empresarial como efecto fantasma ante la derrota del 2 de junio. Empero, ni el chavo del 8 o Vicente Fox, con toda su inocencia, podrían creer en esta patraña sórdida.
En análisis veraz sobre esta especulación fallida, que proviene de la oposición política que experimenta rendimientos políticos decrecientes después de la elección del 2 de junio, versa sobre su debacle que, de cara a la obtención de la mayoría calificada en el Congreso federal y en varias de sus réplicas locales como Hidalgo, hará posible que las reformas de la 4T profundicen sus alcances, que, prácticamente, fueron selladas con el beso en la mejilla que recibió Claudia Sheinbaum de AMLO, en la reunión de transición.
El escozor que presenta la oposición a la 4T tiene múltiples dimensiones. No obstante, sobresale desde la reunión en Palacio Nacional de Sheinbaum y AMLO que el Poder Judicial habrá de ser votado, electo por sufragio, cuestión que históricamente en torno al Poder Judicial que prácticamente era designado por el presidente de la República, le permitió un poder omnímodo (absoluto) al antiguo régimen; por lo que, en vez de experimentar molestia, debería la oposición vitorear que sean los ciudadanos y no la voluntad cuasi discrecional del presidente la que impere para su constitución.
Desde la arena política, la reforma para que el Poder Judicial sea electo por sufragio directo ciudadano, la oposición la ha perfilado como un despropósito de la “independencia de los poderes públicos”, cuestión errónea si se admite como causa última que todo poder público se construye por voluntad del pueblo.
No, no, no. Ni el Plan C es comunismo, ni México se acerca al comunismo. Seguirá siendo un país de capitalismo dependiente que aspira al primer mundo del capitalismo internacional, sólo que con rostro de reforma social desde el paradigma de la 4T.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.