El PRI y su filiación partidista en Hidalgo

“Las cifras de filiación no pueden -y en los hechos no lo hacen- constituir indicadores válidos para determinar el rumbo político que toma no sólo una elección, sino la presencia social en la toma de decisiones gubernamentales”.

La añeja historia del bastión priista en Hidalgo atraviesa por uno de los momentos más complejos en su estructura política, pues ha perdido legitimidad y credibilidad social, al grado de que la constante es la defección y migración que se ha acentuado en la medida que el proceso electoral de 2024 se aproxima.

 

El padrón y la filiación partidista no son vectores definitivos para decidir cualquier elección y mucho menos el rumbo político del país en 2024. De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral, actualmente la filiación partidista es la siguiente: PAN, 277,665 ciudadanos; PRI, 1,411,889; PRD, 999,249; PT, 457,624; PVEM, 592,417; MC, 384,005 y Morena, 2,322,136.

 

Así pues, estamos en presencia de un espectro político donde la militancia no define elecciones, cuestión que obliga a analizar el peso político de la voluntad ciudadana al margen de la dimensión numérica de la partidocracia y de la clase política.

 

En Hidalgo, el PRI cuenta con 27 mil registros, con lo que es el tercer estado que aglutina más adeptos después de Coahuila y Estado de México, mientras que en 2021 contaba con 63 mil registros; sin embargo, las cifras de filiación no pueden -y en los hechos no lo hacen- constituir indicadores válidos para determinar el rumbo político que toma no sólo una elección, sino la presencia social en la toma de decisiones gubernamentales.

 

Si bien es cierto que la erosión de registro y filiación partidista del PRI Hidalgo ha ido impactando en su presencia social, es un efecto que tiene diversas dimensiones acordes a la caída que ha experimentado, pero no explica la pérdida de capital político que le permitió erigirse en el otrora bastión político.

 

Entre las variables que han impactado en el desmembramiento del PRI Hidalgo está la erosión de su estructura operativa y del juego de prebendas caciquiles que mantuvo por décadas y las cuales descuidó en sus cuadros de toma de decisión subalterna y militancia llana. De igual manera se encuentra la verticalidad de la estructura de cúpula que se anquilosó en los encargos públicos y que cerró espacios de ascenso político, concentrando el poder del partido en pocas manos e impidiendo la aparición de nuevos cuadros y espacios de conducción partidista; también, la precaria democratización al interior del partido que provocó la migración y defección política de la base militante, así como de la convulsionada arena política de la cúpula entre actores como Omar Fayad, Miguel Osorio y Carolina Viggiano, por citar algunos.

 

En la correlación política opuesta del espectro partidista, Morena Hidalgo expandió su lógica de movimiento político, puesto que es más que un partido y su pluralidad y polivalencia le permitieron una mayor movilidad y capilaridad social; no requiere filiación para ganar adeptos y así opera en el país. Si a ello le sumamos el capital político de López Obrador, se puede apreciar que existe un hilo conductor del ejercicio público que le da solidez a la dirección gubernamental.

 

Entre las carencias de la estructura priista y los aciertos de la estructura de Morena se encuentra un ejercicio de gobierno de transversalidad social con un discurso y acciones que le han dado peso y validez política a un anhelo innegable que el PRI postergó: ¡primero el pueblo!


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