El que a hierro mata, a hierro muere

El mensaje de la elección pasada fue muy claro:adiós al régimen de partidos en México. La regla no aplica a Morena, a este “movimiento”se le concibió distinto. Percepción,mercadotecnia política, capacidad para aprovecharse del debilitamiento del modelo político tradicional, son algunas hipótesis de la debacle de esa estructura gobernante por décadas que a partir de diciembre de 2018 renace en una manera distinta de entender la relación con el Estado. Luego de la purga de aquella votación popular, lo que quedó de la oposición fue la miseria de un puñado de representantes sin rumbo, muchos de ellos exgobernadores, funcionarios y jerarcas que sólo por la gracia de las curules plurinominales todavía manifiestan actividad en la vida pública, pero sólo eso: actividad simbólica, no efectiva.

Así, la chiquioposición sale a la luz contimidez, luego de ser aplastadapor la avalancha morenista y sin la capacidad de reacción para proponer una estrategia que le permita influir en la agenda presidencial; son un grupo de gobernantes, representantes de partidos, empresarios, artistas e intelectuales que creen que en un estado democrático todas las voces tienen que ser respetadas (especialmente cuando ellos en su etapa gubernamental no practicaron dichoprincipio), y anuncian con bombo y platillo la creación de un grupo que busca hacer contrapeso al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Al parecer, los convocantes están angustiados por las medidas unilaterales tomadas por el actual gobierno y por las descalificaciones de los amlovers quesufren todos aquellos que se atreven a señalar errores al arranque del gobierno presidencial. A manera de justificar la génesis de la disidencia institucional, Javier Corral, gobernador de Chihuahua y uno de los convocantes, expresa que “no cambia la relación respecto al presidente, tenemos diferencias políticas…no vamos a ser perseguidos y vilipendiados por nuestras ideas políticas”. 

Hemos hablado en otras ocasiones del peligroque representa el poderoso modelo de comunicación política creado desde la campaña y reforzado cada mañana el presidente-vocero Andrés Manuel López Obrador, de tal forma que las voces del disenso, necesarias en una democracia consolidada, tendrán una escasa posibilidad de trascender en un ambiente donde el tenor es la unificación de un discurso legitimador del régimen de la austeridad y de apoyo irrestricto a los pobres.

El fin justifica los medios, dicen por ahí. Así entiende AMLO su estrategia de anulación al adversario y de fijar en todo momento el cumplimiento a los compromisos de campaña, parafraseando al mandatario “pisando los callos que haya que pisar”. Evidentemente este contexto de minoría olvidada y menospreciadano hace gracia a gobernadores, empresarios, artistas y disidentes instalados en el reformismo y la derecha, pero AMLO no va a traicionar sus metas para quedar atorado en esa democracia que le da voz a todos y no construye nada. Suena perverso, pero así es. 

Pese a la audacia de quienes encabezan la resistencia antiAMLO, se ve difícil que las acciones y métodos empleados por el ultrapoderoso gobierno eche atrás por la molestia de sus feroces críticos. Ni Cecilia Soto con su intención de “yo sí quiero contrapesos”, o el expriísta AgustínBasave pueden detener la aplanadora del pejegobierno. Han buscado nombres como el del joven e inocente Luis Colosio Riojas, al que utilizan para explotar su nombre para oponerse sin que suponga mucho éxito en su objetivo de equilibrar las fueras.

En los símbolos históricos que acompañan la iconografía del sexenio aparecen los puros e idealistas como Benito Juárez y Francisco I. Madero, pero ellos tan sólo sirven para enarbolar la moral republicana, en realidad en la lógica de López Obrador es la figura de Lázaro Cárdenas el modelo a seguir. Un gobierno nacionalista, con medios de comunicación creados exprofeso para unificar el discurso presidencial, con acciones dirigidas a los sectores populares, con una intensa relación con las regiones olvidadas y no tanto con las ciudades. A obra y semejanza del general michoacano, el politólogo tabasqueño construye un cerco informativo y propagandístico que lo acerca con sus huestes y lo distancia de sus detractores.No le importan las opiniones de esa prensa conservadora, menos le preocupa que un grupo de agazapados empresarios de COPARMEX, dirigentes de Movimiento Ciudadano o algún opinólogo encumbradoen la prensa nacional le moleste sus acciones de los primeros cien días de gobiernos.

Fallido resultó el intento de constituir un grupo opositor para buscar la interlocución con el gobierno. En esta ocasión López Obrador les aplica el desdén que como oposición sufrió por muchos años la izquierda mexicana por parte de la presidencia imperial, y en la mejor tradición salinista les envía el mensaje a sus críticos: ni los oigo, ni los veo.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.


ARCHIVADO EN:
,



EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.