Adiós a las figuras históricas del PRI Hidalgo

Muchos políticos del PRI Hidalgo están fuera de la jugada tricolor, ya sea porque la edad los alcanzó, el uso del poder de la cúpula los mandó al exilio o a la congeladora, o simplemente “se fueron sin que los echaran”.

Entre el exilio político y el éxodo masivo a Morena, en Hidalgo, la vieja guardia del otrora bastión del PRI comienza una inserción política que, a todas luces, deja hondas huellas de dolor; mientras en el PRI nacional Alejandro Moreno y Carolina Viggiano dan muestra de que su liderazgo no sólo es perpetuo, sino, también, el rostro de la verticalidad del poder.

 

En este escenario, el golpe de Estado de Moreno y Viggiano en el PRI mandó, literalmente, al exilio político a personeros que por décadas fueron su rostro y vanguardia como Claudia Ruiz Massieu y Miguel Osorio Chong, al olvidado Roberto Madrazo Pintado y, en este peregrinar, en Hidalgo pasaron a mejor recaudo, ya fuera por exilio, edad, congeladora o la dimensión desconocida, nombres como Francisco Olvera, José Antonio Rojo, Manuel Ángel Núñez Soto, Omar Fayad y su lugarteniente Israel Félix Soto… una cadena interminable.

 

Por edad

 

A los personeros que los alcanzó el futuro y el destino como Don Jesús Murillo, Ernesto Gil Elorduy o Prisciliano Gutiérrez y aquellos que ya no están, han dejado de ser en el PRI Hidalgo figuras representativas que ni siquiera a título de “líder moral” se encumbran en sus corrillos políticos. La ingratitud, el olvido y la “sangre joven” los ha sustituido y postrado, a tal grado que ni en los festejos de aniversario del tricolor se les recuerda o menciona.

 

Por congeladora

 

Quizá este es el escenario más doloroso. La congeladora es el castigo y luto más difícil al que se puede acoger un político, sea del partido que fuere. En este trazo, por respeto, no es menester señalar nombres de priistas que se encuentran en este estadio, pero no son pocos y en ellos se asoma la dureza de la verticalidad y arbitrariedad del poder de cúpula.

 

Por exilio

 

El exilio o destierro político es un evento en todos los ámbitos doloroso y que denota un uso vertical del poder de cúpula. En este estadio, es inapelable la sanción del destierro y alecciona con aquello de que no te puedes poner con Sansón a las patadas o con Carolina Viggiano, lo mismo da. En este trazo, se encuentra el tigre Miguel Osorio Chong, que lo hicieron hacer mutis por la derecha frente al naufragio tricolor, señalándole que donde manda capitana, no gobierna marinero, sin decir ¡agua va!

 

En la dimensión desconocida

 

En la dimensión desconocida se encuentran los que se fueron sin que los echaran. Aquí el primer nombre que estaba en la lista en el golpe de Estado tricolor era Omar Fayad, que ni tardo ni perezoso, antes de que Carolina Viggiano lo vapuleara, defeccionó, formó grupo político independiente y se terminó mofando del dinosaurio desde la Embajada de Noruega; claro, no sin que desde suelo patrio le gritaran ¡nalga pronta!

 

De igual manera, sobresalen nombres que se llevaron un capital político importante y que defeccionaron por poder como Gerardo Sosa que, al igual que Omar Fayad, años antes de abandonar las filas del tricolor, siendo un gran visionario político y previsor, ya había formado un grupo político universitario, controlaba al PT, había incursionado con los naranjas, blanquiazules y todo aquello que pudiera dejar raja política, inclusive, censando a los que ya no podían votar porque se encontraban en el panteón municipal.

 

s Rojo que Naranja

 

El último salto del eslabón perdido en el éxodo priista, se encuentra la posible, viable y bien encaminada inserción de José Antonio Rojo en MC; político de estirpe en Hidalgo, cuyo padre fue gobernador y que le abrió las puertas al dinosaurio cuando aún, en el parque jurásico, no se encontraba en extinción sino depredando sin y con el fraude político, elección tras elección y empoderado en Los Pinos.

 

José Antonio Rojo es más rojo que naranja, de eso ni dudarlo. Sin embargo, a Movimiento Ciudadano le viene como anillo al dedo su capital político que, aunque ya no es el de los años mozos, sigue siendo significativo. Por cierto, acotación al margen; bueno, ni tan al margen, qué espectáculo tan aberrante, bochornoso y absurdo como la torpeza que lo pavimentó, ver a Jorge Álvarez Máynez en un palenque en Nuevo León, más Pedro que Pablo, en definitiva, en una borrachera épica.

 

José Antonio Rojo, siempre será más Rojo que naranja.


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