En 1966, el director francés Claude Lelouch saltó a la fama, al obtener la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Óscar a la mejor película extranjera, con Un hombre y una mujer, una romántica historia de amor entre la pareja de viudos conformada por Anne Gauthier (Anouk Aimée) y el corredor de autos Jean Louis Duroc (Jean Louis Trigtignant), aderezada con la célebre música de Francis Lai.
Dos décadas después, Lelouch trató de repetir el éxito con una segunda parte, pero ya no funcionó tan bien; por eso, resulta ser toda una sorpresa ver que Los años más bellos de una vida se acaba de estrenar en la Cineteca Nacional y en salas comerciales.
El guion del propio realizador y de Valerie Perrin se sitúa a más de medio siglo del original.
Jean ha sido recluido en un asilo, pues tiene problemas de memoria, pero recuerda constantemente a Anne, por lo que su hijo, Antoine (Antoine Sire), le pide que lo vaya a visitar. Aunque el anciano finge no reconocerla, su visita lo reanimará y le dará nuevas esperanzas de vivir.
La premisa de la cinta es que los mejores años de la vida son los que quedan por vivir; sin embargo, habría que ver en qué condiciones, y el asilo es la opción menos mala.
El romance inconcluso se transforma en una inteligente reflexión sobre la vejez y la muerte, con múltiples recuerdos de la cinta original.
Les plus belles annees d’une vie no es, como nos preguntábamos, el testamento de Lelouch, pues filmó después otras dos largometrajes y un corto, pero seguramente les traerá muchos recuerdos a los cinéfilos.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
