Aunque llegaron ocupando el farol rojo de la zona sur, los Guerreros de Oaxaca sorprendieron a los Diablos Rojos, ganándoles el primer juego y estuvieron a punto de ganar la serie, aunque terminaron regalándola por sus errores y mostraron por qué están en último lugar.
Las huestes del Borrego Sandoval sorprendieron en el primer juego al desatar una ofensiva de 24 imparables y 16 carreras por 10 de los pingos.
Destacaron el cubano Yuniesky Betancourt, quien bateó de seis seis, con dos cuadrangulares y tres producidas.
El ex diablo Arismendy Alcántara también se hizo notar con la majuaga con cuatro hits, incluyendo triple y homerun y cinco producciones. En cambio, el abridor importado, el venezolano Luis Díazz apenas pudo sacar un out.
Para el segundo, el novato Carlos Félix se enfrentó con Osvaldo Acosta en un duelo que hasta la séptima entrada iba 4-2 a favor de los Rojos, que pusieron en la congeladora con un rally de cinco en la octava.
El ex diablo, el venezolano Luis Jiménez, venció las formaciones especiales y bateó de tres tres, incluyendo un cuadrangular y un doble.
En el decisivo, los Guerreros aprovecharon el conocimiento que tenían de Pat Johnson, un lanzador norteamericano que hasta unas semanas estuvo con ellos y que recibió cuadrangulares espalda con espalda de los ex diablos Orlando Piña y Alex Gonzáles.
Apoyados por una buena labor del zurdito Irwin Delgado y del derecho Josh Judy, los oaxaqueños llegaron a la última entrada con una ventaja de 7 a 4, que el cerrador venezolano Arcenio León se encargó de echar por la borda, fildeando mal una rola y tirando al monte, para permitir anotar a tres corredores y perder el juego.
Sandoval ha mantenido la racha perdedora que tuvo manejando a los Diablos, pero no se le puede exigir más, pues tiene que trabajar con puros desechos escarlatas.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
