La degradación política de los pueblos originarios

“La autoadscripción a los pueblos originarios de Hidalgo por parte de Asael Hernández Cerón y Margery Rivera Núñez es producto de la ambición de poder que históricamente ha mantenido oprimida a la ciudadanía”.

Si existe un núcleo del tejido social que merece respeto y reconocimiento, es, sin duda, el que conforman los pueblos originarios, que han sido sistemáticamente marginados, perseguidos e invisibilizados por las élites económicas y políticas del país.

En Hidalgo, tierra de graves contrastes sociales, de acuerdo al INEGI (2020), un total de 362,629 personas hablan una lengua indígena y 28,497 personas no hablan español. Esta realidad denota una riqueza cultural escondida, tanto que pocas candidatas y candidatos en el proceso electoral en puerta y, sobre todo más allá de él, han dado la batalla por la reivindicación y dignificación de los pueblos originarios.

Y es que, en pleno siglo XXI, los apetitos políticos se encumbran en la parodia de la Conquista española, donde los barbados intercambiaban cuentas de colores por el oro de los pueblos originarios, para posteriormente despojarlos de sus tierras, oprimirlos religiosamente y arrebatarles su cultura y poder político.

En una desgraciada pantomima que disfraza los apetitos personales desde la representación política, Asael Hernández Cerón y su esposa, Margery Rivera Núñez, candidatos del PAN Hidalgo, se hacen pasar como integrantes de los pueblos originarios para asumir el rol de los conquistadores una vez que lleguen a San Lázaro vía las diputaciones plurinominales.

Si bien es cierto que en México se puede ser indígena por autoadscripción, hacer de esto un disfraz viola el orgullo de la nación, degrada la política y se sirve de un recurso legal para insultar la inteligencia de la ciudadanía.

La política es para servir al pueblo, no para servirse de él. Los pueblos originarios son el orgullo de una nación pluricultural, donde cada etnia merece respeto y, por sobre todas las cosas, ser concebida en su cultura y desde su cultura, sin transgredir el valor de su raíz en la nación.

Sin ser pitonisas, la autoadscripción a los pueblos originarios de Hidalgo por parte de Asael Hernández Cerón y Margery Rivera Núñez es producto de la ambición de poder que históricamente ha mantenido oprimida a la ciudadanía.

Esta sucia estrategia electorera de Hernández Cerón y Rivera Núñez debe causar una profunda indignación social y motivar una revisión de la legislación e ingeniería electoral en el INE, puesto que se está vulnerando la integridad de la nación.

Los neocolonialistas Asael Hernández Cerón y Margery Rivera Núñez nos recuerdan que son parte de un partido ampliamente conservador y de raíces fascistas documentadas, no sólo desde sus posturas políticas, sino en los mitos de estirpe que pretenden seguir instaurando en un país que debe dar la cara por la dignidad de la humanidad y no aceptar trucos que humillan a los pueblos originarios.

Es un orgullo pertenecer a un pueblo originario. Nada ni nadie puede degradar la política para hacer burla del valor y respeto que merecen los indígenas en la nación, y en su lugar proteger intereses espurios y personales que insultan al orgullo patrio.


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