Garantizado el asentamiento financiero del desvío de recursos en los paraísos fiscales de Panamá, Islas Caimán y Suiza, las cuentas se dividían en dos rubros:
I. La de la ecuación maestra
En estas cuentas el dinero respondía a los intereses orgánicos del aparato político del antiguo régimen para los que fue destinado. Se avecinaban tiempos adversos y el ascenso de la izquierda debía ser contrarrestado. Las élites y la maquinaria política estaban conscientes de que no podrían operar sin recursos en tiempos de crisis de control del aparato de Estado, por lo que el dinero de la ecuación central podría operar para diferentes fines, sobre todo en aquellos estados donde la izquierda se había empoderado y se requería tirar, materialmente, su ascenso.
II. Los dividendos de estatus
Los mandos decisorios que articularon la ecuación central de la Estafa Siniestra sabían que a mayor cantidad de dinero, mayor es la necesidad de recaudo en paraísos fiscales. Fue casi en paralelo que contactaron a operadores de cuello blanco que tenían reputación de filtrar grandes volúmenes de dinero; sin embargo, el problema central era la conversión monetaria de pesos a dólares (principalmente) y a euros de manera secundaria.
En los primeros tres años de la Estafa Siniestra, los mandos decisorios presentaron los desvíos más grandes, precisamente porque el control político del aparato de Estado era mayor, cuestión que supuso un esquema de tiempos y movimientos acelerados en los primeros años gobierno y declinó en los últimos años, tanto porque los programas sociales iban en declive como la transición de mando se acercaba.
En estos momentos los mandos decisorios involucrados sondearon dos hipótesis de quiebre y suma cero:
a. Los destinos internacionales a los cuales se podía huir en caso de ser descubierto el desvío de recursos. En este caso, países que no contemplaran extradición eran puntos clave, pero se debía acceder a ellos no de manera directa para no dejar huellas y, desde luego, sondeando las posibilidades de corromper gobiernos.
b. En caso de detención, el caudal de los recursos extraídos por los mandos decisorios que habían respondido al objetivo de la ecuación central debía ser suficiente para tratar de corromper autoridades entrantes, así como de concretar acuerdos de reparación de daño al erario público, lo cual presuponía entregar la tercera parte de lo malversado.
En caso de ser necesario en una trama de detención, la delación de mandos operativos era lo procedente. Es decir, se debía denunciar a mandos como alcaldes, servidores públicos de rango menor y operadores de programas sociales, esto garantizaba que, debido a su estatus, no habían sido parte de la ecuación central de la Estafa Siniestra, por lo que la información que manejaban no permitía llegar a los eslabones fuertes de la cadena de mando decisorio.
Se debe precisar que la Estafa Siniestra no pudo tener en la ecuación central más allá de doce mandos decisorios y que ellos llegaron a un pacto de secrecía de lealtad, por lo que, si alguno o alguna caía en detención, tendría que asumir los costos propios, pero los demás, colocados en la palestra política, de recobrar el poder harían lo conducente para que los caídos en desgracia recuperaran su libertad.
La ecuación maestra se planeó desde el inicio, fue el recodo infranqueable de que los tiempos sombríos del poder se acercaban, y que Hidalgo dejaría de ser su bastión político y la prospectiva amenazaba por lo menos dos sexenios en delante de López Obrador. Había llegado la hora cero y el juego de suma cero, aquel impasse que parecía lejano y que, con el ascenso de Tlatoani tabasqueño, se aceleró y determinó la Estafa Siniestra en Hidalgo.
