La gran tragedia de nuestros tiempos

Antes del coronavirus ya estaba todo mal y lo sabíamos. Una pandemia de este nivel abre las viejas heridas del sistema que habitamos. Ahora elegimos culpar al virus de todos los males que tiene la sociedad, como si antes no los hubiéramos notado, como si antes la pobreza, la contaminación, la fragilidad del sistema laboral y de salud en el mundo no hubieran existido.

Los más optimistas dicen que la pandemia es una lección a la humanidad para saber que hemos fallado, que necesitamos un respiro, que el universo esto, que el universo lo otro. Otros creen que esto nos va a terminar por matar, que en las casas hay violencia de género, que no todos tienen una casa, que los privilegios sí, que los privilegios no. Y hay un grupo especialmente peligroso de gente que cree que el virus no existe, que es un invento de un laboratorio para detener la economía mientras los políticos se enriquecen. Bueno, nunca antes necesitamos un virus ni una pandemia mundial para que los políticos se enriquecieran, así que ahora debemos tomarnos esto un poco más en serio.

La conferencia de ayer sobre el estado de la pandemia en México fue particularmente importante, pues se mencionó que estamos entrando en la fase crítica del contagio y del control de la enfermedad, que la única alternativa posible por ahora es que nos quedemos en nuestras casas, que no salgamos a retar a un virus que no terminamos por conocer; que hagamos caso, de nuevo: que nos quedemos en casa.

Seguramente los optimistas se quedarán en casa, los fatalistas también, pues porque son fatalistas y algún temor deben tener, pero ese grupo de gente que cree que todo es un invento es la que nos va a llevar a la tragedia. Y es que no podemos culpar al coronavirus de nuestros viejos hábitos, ni de nuestra ignorancia y mucho menos de nuestra gana de hacernos los invencibles. Tristemente estos días habrá gente en las calles que sí tiene una casa, que sí tiene un trabajo en el que están respetando la cuarentena, que sí tiene internet, que sí tiene todo para seguir las indicaciones, pero lo único que no tiene es sentido común y esa, esa es la gran tragedia de nuestros tiempos.

Esperemos que las cosas no se salgan de control y que por primera vez en nuestra historia le hagamos caso a la ciencia porque, por ahora, al menos, es la única de todas las invenciones humanas que ha podido hacer algo por nosotros.


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