Puede existir políticos con mayor preparación académica, ideológica, axiológica y praxis, pero en México, hasta ahora, no existe un reflejo fiel de que las respuestas a las necesidades del pueblo soberano se hayan manifestado para crear un país de oportunidades, donde inclusive se pueda dejar atrás la pobreza y el subdesarrollo y crear el paraíso del crecimiento, seguridad y bienestar.
Los políticos mexicanos son trogloditas evolucionados que cambiaron el garrote por el escritorio, pero que sus formas de relacionarse se imponen por la fuerza y la amenaza, jamás por la cooperación y respeto a su pueblo; son una casta retrógrada (salvo raras excepciones) que ha mostrado que la “ley del garrote” se impone desde el escritorio y que el castigo social tiene un despropósito para el imaginario colectivo: I. Se castiga y amenaza al pueblo para hacerle saber quién tiene el poder y, que, si alguien se revela, lo que le puede pasar es el escarnio, la cárcel o la muerte. II. La esperanza, si es que existe, sólo la puede generar la clase política, con una prebenda, dádiva o programa social, porque en ella están los dioses del Olimpo a los que no hay que hacer encabronar.
Pueblo ignorante, políticos contentos
En la otra latitud está el pueblo llano, ignorante y sumido en la pobreza porque le conviene al poder, que hace de la educación un botín de ciegos y de perrada alienada para que pocos tengan o desarrollen una conciencia social y puedan criticar las tropelías del establishment, y de aquellos que puedan criticar, o bien se les coopte con un puesto público o privado, o bien se les castigue con la cárcel, el exilio o el asesinato.
Ignorancia y pobreza no son males sociales para la clase política, sino instrumentos o herramientas de control social que reproducen las lógicas que impone el sistema, creando una quimera de la competencia y el castigo, combinación que sirve y es útil para mantener el cuento de la comadreja y el gusano, donde el gusano es el pueblo que se arrastra ciegamente y lo único que pide es no ser devorado por la comadreja.
La clase política aprendió que entre más pobre e ignorante es el pueblo, más troglodita se debe ser para que las cosas no cambien; entre más culero se es como político, más se juega con la esperanza de los que poco o nada tienen, pero que con sus votos hacen que las comadrejas sigan alimentándose de los gusanos; así que la evolución troglodita se da ahora desde el escritorio para amenazar con el lápiz o el sello al pueblo que sigue siendo el cavernario sin garrote de la caverna.
Consultoría Política: [email protected]

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.