Nuevamente el dedo en la llaga hacia la gestión de Sergio Baños. Ahora, en los pronunciamientos de traición priista de Francisco Olvera y de los negocios que lo llevaron de empresario a presidente municipal de Pachuca.
En el segundo debate presidencial, Claudia Sheinbaum acuñó un nuevo calificativo hacia la alianza opositora “PRIANDILLA”, señalando los negocios que hacen en sus gobiernos al estilo de una pandilla política. Realidad que, en Hidalgo, permite apreciar desde el desencuentro político de la cúpula tricolor con Sergio Baños, hasta un cruce incierto de lo que implican las relaciones entre los manejos de gobierno del antiguo régimen en la administración de negocios públicos con intereses privados.
¿Hasta donde el malestar de la cúpula priista en la defección de Sergio Baños al GPI de Omar Fayad, devela verdad o ficción política?
La narrativa de la clase política del antiguo régimen es incierta y confusa en estos momentos. Asemejan las quejumbres de un moribundo, donde sus rendimientos políticos decrecientes, lo tienen sin credibilidad social y en un impasse político y en la que su legitimidad sufre una precariedad que pasma.
La renuncia de Sergio Baños al PRI, y su migración al GPI de Omar Fayad, fue un trazo en desbandada que era previsible en el juego de lealtades de grupo. Esta cuestión oscila como péndulo en el PRI, que aún está por vivir otras tantas migraciones -como la ocurrida con la actual candidata al Senado por Movimiento Ciudadano, Adriana Flores-, de cara al 2 de junio y después de él. Estas defecciones políticas han quedado en el marco de “traición política”, advirtiendo por parte de la cúpula priista, que el partido tricolor se ha visto utilizado como plataforma para intereses políticos personales o de grupo.
El desencanto de la cúpula priista no advierte el hecho de que varios de los personeros que han migrado a otros partidos o grupos políticos, opinan en la misma dirección y línea de análisis sobre la cúpula tricolor, a la cual, acusan de utilizar el partido para cubrir intereses personales, en una postura represiva antidemocrática, que ha sido la constante por décadas.
Entre las acusaciones de la cúpula del PRI y las acusaciones de las y los políticos migrantes del tricolor, ¿nos encontramos en un empate técnico de acusaciones?
Es elocuente que el Revolucionario Institucional no es, a todas luces, un partido que se caracterice por la preservación ni de la democracia interna ni de la democracia nacional. En este trazo, los cuestionamientos sobre las renuncias en Hidalgo no presentan el sello de la consecuencia del acto al calificarlas de “traición”, a no ser, que se tilde de “traición política”, cuando en el argumento de “el partido te permitió crecer en tus negocitos particulares y ahora nos abandonas”, se establezca la traición hacia una cofradía político-mercantil de los usos del aparato público y su conducción en los gobiernos que estuvieron manejados a modo por el tricolor y el PAN en Hidalgo.
Si recordamos la conversación entre Alejandro –Alito– Moreno, líder nacional del PRI, y Marko Cortés, líder nacional del PAN, en el reparto de escaños para sus grupos cercanos, el concepto de PRIANDILLA parece cobrar sentido y sustento, cuestión por la cual, tanto en la traición como en la defección, aparecen los claroscuros inenarrables de la clase política del antiguo régimen.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
