La libertad de pensamiento y de expresarlo son la base del ser humano y respetar estos derechos es finalmente respetar al ser humano en lo esencial de su definición, donde su capacidad de razonar y expresar en juicios esta capacidad de razonamiento es reconocer la razón principal por la cual el hombre es el centro de nuestra creación.
Tan es importante este derecho a la libertad de pensamiento, así como su manifestación, que los marcos legales universales lo privilegian como el gran derecho de la humanidad y nuestra Constitución le dedica el artículo sexto de manera contundente.
Sin embargo, muchas veces ahora y antes, se busca minimizar este derecho cuando los que tienen poder -o lo buscan-, sienten el ejercicio de esta libertad como ataques cuando se les cuestionan actos o dichos, porque sienten que se pueden lesionar sus ambiciones de poder y se adoptan actitudes que buscan frenar este derecho humano en el entendido -según ellos-, que estos valen la pena y se deben respetar cuando les cantan loas o les provocan aplausos por su grandeza y poder y frenarlos cuando les pueden provocar pérdida de poder.
Y esta actitud no tiene un tiempo especial para presentarse, se dio hace mucho, hace poco y se da ahora y se dará mañana.
Al final cada cabeza es un mundo y cada quien piensa y mide las cosas como mejor le plazca o le convenzan.
