Me encanta la locura como dimensión de apreciación paralela de la realidad.
Siempre que me tildaron de loco aprecié que en realidad no aceptaban mis proposiciones lógicas, como argumenta Kant, por ser osadas y derribar los límites de la “razón pura”, aquellos que la mayoría creen que son el parámetro de la verdad.
En el plano de la locura y la verdad, el loco es aquel que puede pensar que lo irrealizable es la constante de la apreciación de su realidad; mientras que el cuerdo no se atreve a la osadía ni de la utopía, condición que rompe la vehemencia con la que yo creo que debe ser apreciada la existencia y su forma de conducirla.
Los utopistas, desde Moro hasta Einstein, nunca renunciaron a la construcción de una verdad que entendiera e interpretara el contexto en su justa dimensión; en los hechos no eran utopistas, sus planteamientos sobrepasaron el entendimiento del común, de aquellos para los cuales el horizonte es el precipicio y no el infinito de una visión.
Los locos, inclusive en el Tarot, son visionarios de la verdad que buscan lógicas que no puede ser apreciadas a simple vista, que deben ser muchas veces entendidas más allá de lo concreto y lo abstracto y, me atrevería a decir, con las ventanas del alma.
Dios nos dio la reflexión para extender nuestra búsqueda permanente de la verdad, nadie puede renunciar a ella si su reflexión es producto de esa búsqueda que permite construir nuevas ventanas para la utopía.
Leonardo Da Vinci fue un utopista y nos probó que un planteamiento social y científico es “utopía”, pero no como un planteamiento irrealizable, sino como un proceso que no atiende al espacio-tiempo y que se concreta; el caso de inventos como el helicóptero y el submarino, que planteó Da Vinci, no se realizaron en su tiempo, pero en nuestros días son un hecho e incluso existen submarinos atómicos.
Sigo siendo el mismo loco de 8 años que en el colegio creó una máquina para secar tenis, para la que, por cierto, usé un tostador de pan y se me quemaron, pero era el principio de mi búsqueda de la verdad.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
