¿Quiénes son los intelectuales?

Los sofistas de hoy. Los ideólogos del dogma. Los sicarios de la razón. Sean idealistas o realistas o la mezcla de cualquier dicotomía. Los que siempre tienen una opinión, una supuesta argumentación y cualquiera de sus conclusiones son verdaderas (aunque sólo lo sean dentro de su propio sistema). Y supuestamente son inteligentes, y supuestamente son “buenos”, y supuestamente son intelectuales porque así se autodenominan. Es decir, ¿por qué se autodenominan así? ¿Cómo saber si alguien puede denominarse así? ¿Cómo saber si alguien encaja en dicha caracterización? Pues, ¿qué es un intelectual? ¿Cuál es el criterio de demarcación del “ser intelectual”? ¿Cuál es el criterio para decidir si alguien es, o no es, un intelectual? Algo es cierto, quienes se creen intelectuales están fascinados con la idea de que se les considere como tales por los mortales, como “intelectuales”. Están fascinados.

Escribo sobre el concepto de intelectual porque rechazo la idea de que haya un oficio o especialidad para el pensamiento crítico, como si éste no fuese o pudiese ser la actividad de cualquiera, i.e., un oficio de todos. No todos podemos ser carpinteros, abogados, comediantes o científicos; empero, todos pueden, y deben como humanos, ser intelectuales. Aún cuando sólo sea un término para distinguir a ciertas personas, por su profesión, actividad o incluso linaje cultural, es deprimente que dicho ser sea visto (sobre todo por aquellos que gustan de rozarse con “los intelectuales”) como el privilegio de algunos pocos. Por ejemplo, Octavio Paz decía y lo decía con frecuencia que él era “escritor e intelectual”, y que por ello su deber era “la precisión en los argumentos”, entre otras atribuciones, según él, únicamente propias de los intelectuales.

Don Octavio megalómano.

¿Qué es, pues, un intelectual? ¿Y qué hay que hacer para ser “un intelectual”? ¿Cuál es, incluso, el criterio para distinguir entre un intelectual chido de uno chafa? ¿Y tiene sentido decir que hay intelectuales chafas? ¿O sólo por el hecho de ser intelectual ya se es chido? ¿Y por qué los intelectuales no utilizan palabras como “chido” y “chafa”? ¿Porque no son palabras profundas, porque son palabras superficiales? ¿Y por qué son tan snobs? Es decir, ¿por qué la mayoría son tan falsos?

Tan falsos como los autodenominados intelectuales mexicanos.

El pensamiento crítico no es sinónimo de intelectual (el concepto que he estado criticando), pues lo primero se rebela, y revela su carácter, ante cualquier dogma mientras que el segundo sólo se define, y define sus argumentaciones, a través de un sistema dogmático. Al igual que los sofistas griegos, los intelectuales no tienen como principio la búsqueda de la verdad (como Sócrates) sino la venta de su verdad, sustentada únicamente por el sistema al que pertenecen sus argumentaciones. Por ello siempre tienen razón, porque según su dogma siempre tienen razón.

La razón como aceptación dogmática.

Sin embargo, ¿eso es la razón? ¿Un argumento dentro un mismo sistema? ¿Y eso es verdad? ¿La verdad como razón? ¿Ese es el único concepto de verdad? ¿O hay más posibilidades de interpretación sobre ésta? ¿Hay, acaso, más posibilidades para caracterizar el concepto de verdad? Por supuesto, y reflexionarlo es una característica del pensamiento crítico, del que muchos “intelectuales” carecen y que por dicha carencia se sienten superiores y especiales —pero únicamente— dentro de su propio sistema.

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Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".