Responsable técnico ¿para combatir la corrupción?

En los Ayuntamientos suele haber mucho de improvisación y muy poco de ocupación auténtica por dar soluciones efectivas a problemas reales de la población, y aún así nos salen muy caros.

Pongamos dos ejemplos: el Ayuntamiento de Cuautepec nos cuesta cada mes alrededor de 600 mil pesos en salarios de presidente, síndicos, regidores, oficial mayor y personal operativo, mientras que el de Tulancingo oscila en un millón de pesos mensuales; sin embargo, muchos no saben el poder de su encargo y hay quienes son más teatro que valor para sus representados.

El pasado lunes la Comisión de Transparencia del Ayuntamiento de Cuautepec presentó un dictamen referente a una propuesta presentada por el regidor Ginovalente Chávez que fue desechada por dos motivos: por no haberse presentado en forma y porque pretendía dar atribuciones a la Contraloría Municipal que la podrían hacer cómplice de hechos de corrupción que, en realidad, le toca investigar y no autorizar (como lo proponía).

La propuesta consistía en darle a la Contraloría Municipal la facultad de autorizar la ejecución de obras y el pago de estimaciones a través de un responsable técnico, es decir, quería asumir una facultad que le corresponde a la Dirección de Obras Públicas.

Lo más criticable de la propuesta es que se presentó a través de un oficio de menos de una cuartilla en el que no se hizo ni el más mínimo intento de justificar sus posibles ventajas y el regidor se limitó a decir que la presentaba con el “propósito de combatir la corrupción”.

Lo sucedido me obliga a plantear dos preguntas: ¿se merecen los síndicos y regidores el dinero que ganan? y ¿cómo podemos combatir la corrupción municipal?

La respuesta a la primera pregunta para mí es muy sencilla: NO. Sin embargo, la regidora Arely Galindo ha dado ejemplo de lo que se puede lograr cuando se sabe utilizar el cargo y de cómo sí se puede utilizar para bien su remuneración.

La respuesta a la segunda pregunta es más complicada. Lo primero que necesitamos son personas interesadas por los asuntos públicos (no necesariamente políticos), que cuenten con los conocimientos y el valor para hacer funcionar los mecanismos de combate a la corrupción.

Una forma efectiva para combatir la corrupción es haciéndolo desde afuera, bajo un control social que monitoree y evalúe a las administraciones públicas y sin perder la motivación que solo dan la honestidad y el compromiso con los valores morales que le dan sentido a nuestra existencia. En otras palabras: ser valioso moralmente y no materialmente.

El combate a la corrupción es más que un objetivo de oposiciones políticas, es un problema que trasciende a la cultura y es una necesidad de un país que cada vez es más desigual. La corrupción crea odio y ambiciones desmedidas y es, incluso, un factor de discriminación porque a aquel que “no le atora” se le hace el feo o se le margina, por eso tenemos que erradicarla. 

Pero en fin, ¿a qué le tiras cuando sueñas, mexicano?


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