Con gran sorpresa, los fanáticos de los Tigres se enteraron de que el dueño del equipo, Carlos Peralta Quintero, anunció que “no participaría en la temporada que está por iniciarse”, porque la franquicia se encuentra a la venta y el logo del Tigres desaparecería.
De un plumazo desaparecerían 62 años de historia del equipo que nació campeón en 1955 bajo el mando de Alejo Peralta, y que es el segundo más ganador de la Liga Mexicana con 12 títulos.
El argumento esgrimido por Peralta para su decisión “es el anuncio de que los extranjeros de padres mexicanos podrían jugar sin ningún límite esta temporada”.
Se antoja como una mera excusa, pues Peralta fue uno de los impulsores de la medida hace cuatro años.
Para nadie es un secreto que, a diferencia de su padre -uno de los impulsores de la Liga y hasta Alto Comisionado hasta su muerte, en 1997-, a Carlos no le gusta el rey de los deportes, y prefiere los toros y el golf.
No en balde don Alejo incluyó en su testamento una cláusula en la que prohibía la venta del equipo. Eso no impidió que Carlos se llevara a los Tigres a Puebla en 2002, con la promesa del “gober precioso” de que se construiría un estadio techado. El romance solamente duró un sexenio y tuvo su punto culminante en 2004, cuando consiguieron un título con puros jugadores mexicanos.
Los felinos emigraron a Cancún, donde han conseguido tres campeonatos. Pero al término de la gestión de Roberto Borge, “solamente recibirían 20 millones de pesos, para la actual temporada”.
Resulta evidente que a don Carlos no le importa el equipo y solamente aparecía para tomarse la foto cuando eran campeones, que por cierto fueron más veces que las de su padre, que consiguió cinco títulos. No quiere gastar en el equipo y busca que algún gobierno asuma los gastos, infinitamente menores que el mantenimiento de su yate.
Recordamos la frase del mago Septién: “El béisbol, mucho deporte para ser negocio y mucho negocio para ser deporte”.
Unos centenares de fieles seguidores del equipo se manifestaron el sábado en el Ángel de la Independencia para pedir que el equipo de sus amores no desaparezca. Pero al millonario amigo de Raúl Salinas, eso parece no importarle.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
