Dureza y racismo se esconden en la nueva estrategia de Donald Trump para contener la migración de centroamericanos y mexicanos a Estados Unidos.
El presidente de EU amenaza con que la separación de las familias será permanente para combatir la migración ilegal a su país, estrategia que hasta ahora se centra en los indocumentados centroamericanos y mexicanos, condición brutal y miserable porque genera una herida y angustia social inenarrable que amedrenta a cualquiera.
Sin embargo, hasta ahora Naciones Unidas no se ha postulado por la protección de los derechos humanos de las familias y, en específico, de los migrantes que son recluidos y mantenidos en condiciones de terror, ya que la policía de migración de Estados Unidos suele ser cruel y miserable, al grado que los migrantes presentan desórdenes mentales en los centros de reclusión.
El pánico a la migra es tan grande que niños, mujeres y hombres suelen orinarse cuando son detenidos, porque el nerviosismo y la angustia se vuelven comunes denominadores de un trato inhumano en donde el uso del lenguaje ofende, aunque los migrantes no lo comprendan, porque los policías suelen hablar en inglés para causar incertidumbre, presión y distancia con las personas detenidas.
La vida de las familias separadas transcurre en la mayor de las incertidumbres, al grado que no existe sincronía en la deportación a sus países de origen, porque puede ser que los niños continúen en Estados Unidos mientras los padres ya fueron deportados, todo ello sin que las propias autoridades de sus países de origen puedan hacer algo.
Trump ya le encontró la manija al castigo migratorio, se percató perfectamente que separando a las familias ocasiona estragos mentales y físicos en los migrantes, por lo que esta perra estrategia llegó para quedarse.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.