La última tentación

Orden y contraorden, así se suceden las prescripciones e información sobre el confinamiento de la pandemia, al grado que agosto se perfila como el mes de regreso a las actividades totales. Pero este plazo puede ser sólo la última tentación de las presiones del mercado nacional e internacional para reactivar la producción en sus diferentes esferas.

Ante este escenario nada indica una postura de humanización o moralización de los grupos de interés, ni a nivel nacional ni internacional. Las personas fallecidas, al final de la pandemia, serán para estas élites sólo una cifra más de un ejército industrial de reserva que implica una fuerza de trabajo sustituible que se archiva como número de empleado, una clave de seguridad social en el mejor de los casos, o bien, uno de tantos a los que sólo se les paga un jornal por tarea determinada.

Entendamos que las lógicas del mercado no atienden a la humanización de las relaciones sociales de producción, al grado que las personas pasamos en los empleos y no dejamos huella, habitualmente somos vistos como apéndice de máquinas, llámense computadoras o de herramientas, pero no se nos mira como seres humanos.

Por ello resalta el anuncio de reactivación de tareas en distintos países, pese a que no haya garantías para sobrevivir a la pandemia; se habla más de números caídos en las bolsas de valores -que por cierto siempre han jugado con la vida de millones de personas- en vez de hablar de las personas fallecidas, aquellas que sólo suelen importar en la medida en que son parte de una cadena de valor productivo, pero en la mayor parte de los casos se han convertido en autómatas presas de las alienaciones que prohíjan y preservan al mercado.

La última tentación del mercado es arrojarnos a la producción aunque la muerte deambule en un virus que habrá de desbastar al tejido social vulnerable, aquel que no puede quedarse en su casa porque debe alimentar a su familia, condición que paradójicamente habla de que para sobrevivir hay que arriesgar la vida, mientras los sectores opulentos reciben las ganancias de esta producción de muerte tranquilamente en sus casas mientras sus bancos engordan su dinero.

Sobresale la postura imbécil de muchos analistas que hoy se preocupan por la cacareada clase media sin percibir las gotas amargas de los pobres, pues consideran en su precaria mentalidad que los pobres siempre han sufrido y que están condenados a sufrir; reafirman la última tentación de las élites: hacer de la muerte la reestructuración de una era de control y neoesclavismo social con condiciones legales favorables a sus intereses y con ello echar por tierra las conquistas sociales, lo que seguramente veremos en el mundo próximamente.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.