Depuración de Morena Hidalgo o bipartidismo

La declaratoria de Simey Olvera para extinguir los partidos satélites, atiende a las presiones de depuración guinda de la 4T, no a la instauración del bipartidismo político.

El triunfo de Simey Olvera en el debate al Senado, ha destapado la precipitada estrategia del Plan C de Claudia Sheinbaum, que consiste en la consolidación política de Morena en el país.

No está, como no lo estuvo, pese a las dudas de la cúpula guinda de López Obrador, en entredicho el proceso electoral. La incertidumbre provino del madruguete de Xóchitl Gálvez, que logró meses antes, impactar en el ánimo en parte del electorado, porque se anticipó al proceso electoral formal. Esta cuestión aceleró la sucesión presidencial en Morena, que tuvo en el escarceo entre Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum la definición esperada: el poder de López Obrador.

Entonces, la carrera informal de proselitismo político dio inicio. Claudia Sheinbaum mandó al hospicio partidista a Marcelo Ebrard y se posicionó de manera contundente y vertiginosa por encima de Xóchitl Gálvez, que cambió la retórica de golpeteo al gobierno de López Obrador por la beligerancia hacia Sheinbaum, sin que obtuviera, hasta ahora, los dividendos políticos necesarios para enderezar el proceso electoral en su favor.

En este trazo, las constantes visitas de Claudia Sheinbaum a Hidalgo estuvieron apoyadas por las de López Obrador. Se cerraba la Operación Hidalgo”, con un solo contratiempo: Morena Hidalgo.

Marco Rico no había podido contener las convulsiones de las candidaturas y los grupos de poder, que lo mismo obedecían a la vieja guardia del PRD que al Grupo Universidad. Había que depurar estos contrapesos políticos y, en un trazo lógico del 4º Piso, dieron marco a la reestructuración y depuración política de la infiltración, donde los partidos satélites eran tarea pendiente.

Después del debate, Simey Olvera apareció en declaraciones sobre la depuración de los partidos satélites, no para crear condiciones de un sistema bipartidista -como algunos análisis señalan-, sino para depurar la consolidación política que ha sido cabildeada desde el Plan C de Claudia Sheinbaum con el gobernador Julio Menchaca.

El bipartidismo, en el esquema político nacional no es posible ni viable. Es necesario advertir que los grupos de interés -en los cuales se encuentra la burguesía nativa, que en estos momentos está cuasicallada en un sigilo que sólo se atreven a romper, con torpeza, Claudio X. González y Amparo Casar-, perciben en la atomización del sistema de partidos, la condición de debilitamiento del régimen político de López Obrador y su extensión en Claudia Sheinbaum.

La derecha a nivel mundial, y la mexicana no es la excepción, ha aprendido que jugar en las lógicas de la izquierda, implica dividirla, infiltrarla y atomizar sus entrañas; cuestionarla desde una oposición que no ataque a la dureza de su transformación, sino a la retórica política que descalifica y la acusa de antidemocrática y antilibertaria, de progresistas de escritorio.

Sin embargo, López Obrador hizo oscilar como péndulo este discurso de descalificación de la derecha. La fracturó en un “ánimo de amnistía política”, donde bienaventurados sean los que entran al reino de López Obrador”, condición que le arrebató al discurso de beligerancia, sentido social, y lo convirtió en una espada de doble filo para la oposición.

La declaratoria de Simey Olvera para extinguir los partidos satélites, atiende a las presiones de depuración guinda de la 4T, no a la instauración del bipartidismo político.

Después del 2 de junio, inicia la masacre política. Ha llegado la hora de la purga intestina para limpiar la casa desde el paradigma de la democracia guinda.


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