Derrumbada

Fabuloso morado. Entre ese aroma dormí la primera noche fuera de casa, mi casa. Con una escoba prestada barrí y aromaticé la alfombra de tránsito ligero que cubría el cemento del cuarto que sería mi refugio por un tiempo, creía, indefinido. Lloré hasta que la tormenta de afuera se calmó; lloraba porque estaba sola, como tanto tiempo quise; lloraba porque hasta ese momento supe que mi necedad de soledad era muy estúpida, no había felicidad y libertad sino silencio y aire pesado, asfixiante.

Desde entonces dediqué cada sábado por la mañana a hacer la limpieza de mi espacio de tres por tres metros. Miento, debí hacerla los martes, en mi día de descanso, porque el resto de la semana se me iba en ser triste y trabajar para comprar comida y suficiente alcohol y pagar la renta y ahorrar para un colchón porque el inflable me enfriaba los huesos y me contracturaba cada músculo del cuerpo.

Lloré cada noche hasta que alguien me prestó una televisión que pude conectar a la señal de cable. Entonces lloraba por las mañanas, mientras veía Friends y Two and a half man y a veces The big bang theory; por las noches me las arreglaba para salir tarde del trabajo y reír para no pensar en que el día siguiente sería igual.

Una mañana me desperté por las risas de la pareja de ancianos que la hacían de mis caseros; llevaban casados varias décadas pero platicaban todo el tiempo. Su felicidad le dio en la madre a mi ilusión de que estar solo es divertido y de que el amor ya no existe. Alguna otra vez los escuché discutir y más me deprimió saber que nada está dicho cuando se trata de dos.

Viví cuatro meses entre Fabuloso morado, una televisión prestada, una parrilla eléctrica regalada, un colchón financiado y la certeza de que estar sola y fuera de casa no era como lo había soñado. Nunca lo fue.

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Por: Alma Santillán

Mujer, escritora, pachuqueña. A veces buena, a veces mala. Tiene dos mascotas que no se toleran entre sí, y dos corazones, porque uno no le alcanza para todo lo que siente.


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SÓLO ESTOY VIENDO - Alma Santillán

Mujer, escritora, pachuqueña. A veces buena, a veces mala. Tiene dos mascotas que no se toleran entre sí, y dos corazones, porque uno no le alcanza para todo lo que siente.