Aunque no tengo boleto para la inauguración del nuevo Estadio Alfredo Harp Helú, decido ir. La mayoría de mis amigos beisboleros están en igualdad de circunstancias, y aún no se explican como los boletos en Ticketmaster volaron en cuestión de horas. ¿Reventa de la reventa?
Mi hermano me advierte que en Internet un portal pide hasta 20 mil pesos por un sitio preferencial.
Desde la salida del Metro Puebla, vemos a infinidad de revendedores, pidiendo 500 pesos, por un boleto de 70.
El buen amigo Héctor me dijo que iba a llegar temprano para tratar de conseguir entradas si no estaban caras.
No lo encuentro, pero en cambio veo al tocayo Jorge, que con su manopla del jardín izquierdo era uno de los habituales del Fray Nano.
Bromeo con él diciendo; “otro que no va entrar”.
Encuentro a Santiago en la explanada. Colocaron dos pantallas gigantes desde las que vemos al Peje lanzar la primera bola teniendo como receptor a don eufórico Alfredo Harp, dos enamorados del rey de los deportes.
Santiago me dice que si vamos con la reventa. Le digo que no. Es mucho dinero por ver a simples prospectos de los Padres. Un matrimonio que como nosotros ha coincidido en el Parque del Seguro, el Foro Sol y el Fray Nano, coincide.
El estadio está lleno de villamelones, que se entretienen en las primeras entradas haciendo la ola y viendo a los pingos tomar la delantera 1-0.
Pero a partir de la cuarta el pitcheo escarlata muestra sus carencias y recibe tres cuadrangulares para terminar siendo apaleados 11 a 2.
Para colmo, se va la luz en la última entrada y el grueso del público emprende la retirada.
¿No habría sido mejor esperar un poco y hacer una mejor inauguración?
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
