El adulto que necesitabas cuando eras niño

En pleno día del niño y de la niña, en medio del confinamiento y un caos generalizado en las casas de quienes tenemos hijos e hijas, la reflexión sobre la infancia termina por ser necesaria.

Existen algunas preguntas en torno a la niñez que últimamente han rondado las redes sociales, tales como: ¿debo priorizar el orden y el cumplimiento de las tareas de la escuela por sobre la diversión? ¿Cómo puedo relacionarme con mis hijos sin asumir una figura autoritaria? ¿Los niños son susceptibles a la crisis social? ¿Ellos deben adaptarse al nuevo modelo de trabajo a distancia o nosotros como adultos debemos adaptarnos a las necesidades de los infantes?

Las respuestas pueden empezar por situarse, desde ya, en pensar la solución bajo la lógica de los niños, ¿cómo?: jugando.

Para muchas corrientes y técnicas de la Psicología y la atención clínica, comenzando por el Psicoanálisis, la infancia es el periodo crucial en la vida de las personas, aquel donde aprendemos, adquirimos conocimientos, reconocemos sentimientos, expresiones, nos sexualizamos, comenzamos a controlar y a descontrolar, y a pesar de que mucho de esto lo sabemos por lo que los niños hablan al respecto, la mayoría del conocimiento se adquiere jugando con ellos.

¿Quieres saber cómo te ves regañando a tus hijos? Juega a que ellos te regañen. Nuestros hijos son una versión a escala de la unión entre sus padres, priorizando con regularidad en aquel con el que más han convivido, o con el padre/madre con el que más se han identificado, y aunque también se ven influenciados por otras figuras de autoridad como abuelos, maestros, tías, etcétera, lidiar contra una versión pequeña y regularmente más astuta de uno mismo termina por ser un acto desgastante pero divertido.

Y es justo aquí cuando nos damos cuenta que somos tan parecidos a nuestros hijos que tenemos que hacer la mayor de las autocríticas y entender que esta similitud no implica que ellos vivan nuestros mismos traumas o  que cumplan la vida de ensueño que nosotros no tuvimos, un reto difícil, pues siempre querremos lo mejor para ellos: que no sufran y que vivan bien. Posicionarse del lado de la objetividad parece un logro imposible para quienes somos padres o madres.

El documental ‘Trophy kids’ (disponible en Netflix) es un claro ejemplo de lo fácil que podemos arruinar infancias con tal de cumplir nuestros sueños frustrados. Por ello es de suma importancia ver, hablar, escuchar y jugar con los niños, entender cuáles son sus placeres y sus gustos, conocer sus miedos, comprenderlos, adentrarnos en sus mundos. El destino de un infante es infinito, lo más parecido a un lienzo en blanco postrado sobre un caballete dispuesto a ser utilizado para que el artista plasme lo más profundo de su ser. Si a ese lienzo le limitamos colores, espacios o herramientas, el artista no habrá podido explayar toda su pasión. Limitar a un niño a creer, a crear, a experimentar, limitará su entendimiento con el mundo, pasará de ser un niño que pueda dar lo mejor de sí al mundo a un niño que intente cumplir lo mejor que pueda de lo que el mundo le exige. Una gran diferencia entendida también entre las educaciones constructivistas y las educaciones tradicionalistas.

“Necesito trabajar desde casa”, “seguir rindiendo”, “me piden cumplir las mismas horas como si trabajara presencialmente”, pensará usted, y tiene toda la razón. Pero imagine que su hijo quiere teclear en la computadora todo el día como usted lo hace y que en lugar de regañarle o apartarle, con un poco de creatividad, una caja de cartón y unos pegotes usted le crea su propia ‘computadora’ y entonces él vive con usted la jornada laboral, mientras usted sonríe de ver lo gracioso que puede ser que le imiten en caras, gestos y actitudes. Sé el adulto que necesitabas cuando eras niño.

Hay que retornar la infancia y no al revés, una buena manera de conocer y entender a los niños con los que convivimos es conocer ese niño interno que vive en nosotros, es más, le aseguro, estimado lector, que cuando su niño interior se reconozca con su hijo, se llevarán de maravilla.

También, como padres/madres, asumamos la responsabilidad de formación y tengamos cuidado con lo que decimos. Frases como: “¡Quítate!”, “¡Niño tonto!”, “¡Pareces burro!”, “¡¿Qué no entiendes?!”, son consignas que dan un significado a su hijo y quedan como huellas inconscientes que seguramente en un futuro, dentro de su juventud o adultez, las asumirá y llevará al acto sin que entienda el porqué de sus constantes fracasos o de sus inexplicables inseguridades.

Dejemos que los niños tengan esa libertad de curiosear y acompañémosles en su camino, con esto quizás evitemos crear niños adultos y logremos recuperar al adulto divertido y juguetón que vive en nosotros.

Demos oportunidad a que los niños también decidan sobre su destino, al final, como refirió Freud: infancia es destino.

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Por: Omar Méndez Castillo

Psicología y Psicoanálisis por la Universidad Autónoma de Nuevo León; Psicología social por la Universitat Autónoma de Barcelona. Oaxaqueño de nacimiento y regiomontano por adopción. Intereses en la educación, el género, el bienestar social, los grupos vulnerables, la participación ciudadana y los deportes. Se ha desarrollado como Psicólogo clínico, funcionario público, consultor, editor y catedrático.


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EL RAVAL - Omar Méndez Castillo

Psicología y Psicoanálisis por la Universidad Autónoma de Nuevo León; Psicología social por la Universitat Autónoma de Barcelona. Oaxaqueño de nacimiento y regiomontano por adopción. Intereses en la educación, el género, el bienestar social, los grupos vulnerables, la participación ciudadana y los deportes. Se ha desarrollado como Psicólogo clínico, funcionario público, consultor, editor y catedrático.