Desde niño amo la poesía, particularmente la de Pablo Neruda, la cual me fue inculcada desde la poltrona en que se sentaba mi abuelo, quien me leía sobre el amor de mujer.
Sin embargo, de mi pasión por lo críptico y abstracto nada me ha hecho tan feliz que encontrarme con los poemas de Paul Celan, poeta judío nacido en Czernowitz, entonces Bulgaria; subyace en sus escritos la fuerza antitética de lo judío y lo germánico, en busca siempre de decirle a la realidad, desde su fenomenología al estilo de Kant, “lo que es y la hace ser”, sin atreverse a la interpretación fácil de una hermenéutica bárbara.
Paul Celan luchó desde su poesía, tal como lo hizo Neruda contra el fascismo, consciente de que la poesía, desde su estética, es la fuerza de una palabra vigorosa que desvela mucho más que el amor y que hace del amor la espada y funda del horizonte, vida para la verdad y melancolía de los amantes.
“Brañas de bosque, sin allanar, satirión y satirión, en solitario, crudeza más tarde, de camino, evidente”.
Si amas a la poesía, amas la belleza de pensar, de ser en el universo un grano de arena que en su diminuta expresión vuelve grande a ese universo, que se abre en la oscuridad para que la luz bañe de amor al ser infinito.
Mientras Neruda me regala la vitalidad del verso suave que no renuncia a la conciencia política, Celan prepara la furia que denuncia la traición del Holocausto y los campos de concentración, donde se pretendió hacer de la patria germánica criminales de colmillos de acero.
El avatar es la transformación que, a diferencia del cambio que cercena una realidad, preserva y da paso a la edificación. En el avatar corpóreo todos conservamos al niño que fuimos, nuestro cuerpo se alarga, pero no desaparece nuestra estructura ósea, ese es el avatar físico que se postra como titán en las calles, encumbrando la figura hasta que el avatar de la muerte le otorgue nuestra energía al universo.
No morimos inútilmente cuando hemos amado, como aprecia Neruda; no vivimos con conciencia cuando renunciamos a defenderla del crimen y la infamia, como aprecia Celan. Somos estela de carne y espíritu de Dios, somos los niños del avatar de la belleza humana.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
