El mundo global. Parte I

Para implantar la “nueva globalización” era necesario generar conocimiento para el consumo, de lo contrario, los intereses económicos se verían afectados.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.

Como afirmó Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos: “No se deben confundir las causas con los efectos”.

Si no mal recuerdan, cuando se empezó a hablar de globalización, pocos fueron los que advirtieron que se trataba de un evento cultural en el cual estábamos inmersos desde 1492, en la expansión y exploraciones del imperio español, es decir, no se trataba de un evento novedoso, y tampoco se advirtió que había un “coloniaje cultural”, como advirtió el sociólogo chileno Ariel Dorfman.

Entonces, las dudas e incertidumbres surgieron, pero para los imperios industriales y comerciales la cuestión de peso político y económico era clara: había que imponer la globalización a sangre y fuego.

La “nueva globalización” no es más que una estrategia del neoliberalismo para profundizar la exportación de capitales (capital financiero), de tecnología y de mercancías, y con ello, como efecto inmediato, ampliar el coloniaje intelectual de las grandes potencias sobre los pueblos y sus economías emergentes.

Pero el problema de fondo era claro: para implantar la “nueva globalización” había que generar conocimiento para el consumo, de lo contrario, los intereses económicos se verían afectados. Por ejemplo: no se podía consumir una computadora si no se tenían los conocimientos de uso, por lo tanto, quienes la compraron al margen del conocimiento adquirían un objeto inútil.

El ejemplo de la computadora fue claro y así nos empujaron a un coloniaje cognitivo que replicaron tanto universidades y centros educativos públicos y privados, e inclusive aparecieron “escuelas patito” que, al margen de toda certificación educativa y legal, “enseñaban computación”. De este modo, en menos de una década el mercado que necesitaban las potencias del coloniaje cultural ya estaba listo.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

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