El fin de la poderosa dinastía Azcárraga

La empresa fundada por Emilio Azcárraga Vidaurreta en 1951, primero como Telesistema Mexicano y luego como Televisa, padece de todos los males: pérdida de credibilidad, de audiencia y ahora, de liderazgo.

Vayamos por partes. El negocio de la televisión ha cambiado, quedaron atrás los tiempos del monopolio de la programación, de imponer el discurso oficial sin consecuencias, del plan francés y todas aquellas prácticas que, protegida por los vínculos políticos que la resguardaron de todos los embates, le permitieron conformar expandirse con la obtención de concesiones y repetidoras para convertirla en el gigante de la comunicación en México y una de las empresas del ramo más rentables en toda Iberoamérica. Todo eso quedó atrás, ahora el consorcio de la comunicación de masas debe nadar a contracorriente, tratar de sobrevivir con menos privilegios, con una planta laboral menos burocrática, sin las millonarias ganancias que arrojaba ser la única opción de la pantalla chica.

A este panorama de crisis responde la salida del más joven de los Azcárraga, el tigrillo al que le tocaron los años más difíciles, los de austeridad y mucha administración, de quitar exclusividades y despedir a miles de empleados para reestructurar una empresa que ya dejó de ser la mina de oro que el padre, El Tigre Azcárraga Milmo, supuso alguna vez.

A la crisis financiera y administrativa se suman los conflictos provocados por el desgaste de seguir manteniendo una relación de fidelidad con el PRI, partido que no las tiene todas consigo para la próxima elección presidencial.

La salida de Azcárraga es el último llamado a relanzar la marca Televisa con la esperanza, no de ponerla de nuevo en el cuasimonopolio, condición que en tiempos actuales resultaría imposible, pero sí, al menos, llevarla por el sano derrotero de una empresa rentable, que puede sobrevivir a la fuerte competencia de tantas empresas que hacen lo mismo o mejor, en  televisión (Azteca, Imagen, Blomberg, Efekto Noticias, Canal 11, Canal 22, Tv UNAM, Milenio, Telefórmula…), de servicios streaming (Netflix, Claro video, principalmente), radiodifusoras con más mercado (Grupo Radio Centro, Acir).

El reto es mayúsculo y la tierna idea de sostener un liderazgo con principios de empresa familiar está rebasada. La misión del duelo Angoitia-Gómez, abogado y hombre de confianza del joven Emilio, respectivamente, intenta alentar a los capitales y dueños de acciones a seguir confiando en una sana administración en los próximos años. No hay certezas en el campo de los negocios de la comunicación, pues éstos están sostenidos en gran medida por la fuerza de los contactos políticos que otorga el gobierno en turno. Así, en víspera de elección y frente al destape que en los siguientes meses habrán de hacer cada uno de los partidos, el dueño y señor de la televisión mexicana da un paso al lado para reducir la mínima suspicacia en el proceso, como antes se acusó a Televisa, con justas razones, de apoyar y construir la mercadotecnia política que favoreció al actual gobernante de la nación.

Frente a los ojos escépticos de una audiencia más activa, participativa o crítica, los estrategas y asesores del consorcio televisivo habrían recomendado al jerarca de la comunicación salir de la escena protagónica y reducir sus facultades a las de un presidente del consejo de administración a cambio de sanear la credibilidad de la cuestionada “fábrica de sueños”.

Por otro lado, en la semántica política este rasgo debe ser interpretado como el fin de la concentración del poder y liderazgo en una sola persona. Emilio Azcárraga Jean deberá operar en consejo, con menos autoritarismo y cediendo parte de su fuente de poder a un binomio que sin la tradición de sus apellidos apuesta por revertir los números rojos por negros. Se aleja Emilio de controlar los destinos de la empresa en su totalidad, como lo ejercieron su abuelo y padre. Este es el fin de una de las dinastías más poderosas del mundo empresarial en México y América Latina, es el irremediable proceso de salvación de una empresa que, como el PRI, debió quedar enterrada en el socavón de los fósiles cuando se produjo el renacer democrático del año 2000. Sin embargo, como el tricolor, los de Chapultepec #18 resucitan, y apostándole a la imagen pública y la investigación del mercado, resurgen de sus cenizas.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.


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EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.