La política no es reductible a la economía; no puede asumirse que la realidad del modo de producción actúa, invariablemente, por la conducción de las estructuras políticas y viceversa.
¿Quién tiene la varita mágica en este sistema para garantizar el éxito de una sociedad, entendido en término de oportunidades para el todo social? La respuesta es literal: no existe.
En el plano de la ecuación ciencia-sociedad es evidente que la creación del orden sistémico como producto de la conjugación y construcción social se ha generado a través de los planteamientos de epicentros y estructuras de mando, y que su interacción con el tejido social no advierte una coordinación estrecha entre sus necesidades, cadena de voluntad y anhelos de sus imaginarios sobre la realidad expresa de ese orden sistémico.
Pongámoslo en un razonamiento concreto: la realidad social no es uniforme ni inclusive desde los grupos que tienen intereses comunes, ya sean políticos, económicos, religiosos o culturales; más aún, no lo es ni siquiera a nivel étnico, por ende, ¿cómo articular un vector de significado común en cualquier estructura social? Esto no es posible ni siquiera como utopía y tampoco lo es como distopia.
Si lo ponemos en términos de política, en un partido existen corrientes disímiles, lo mismo en una congregación religiosa, en los círculos de la educación o la economía, y el salto se agiganta en las concepciones culturales de la sociedad.
La dirección del éxito traducido en múltiples dimensiones no es posible, es solo una prescripción, un criterio que se cumple al amparo del fracaso de otros seres. ¿Cómo podría existir riqueza para todos?, si todos fuéramos ricos, nadie sería rico, porque al tener una realidad uniforme, no hay realidad posible, lo cual devela que un esquema libertario es una cárcel velada para la opresión de la uniformidad social.
¿Acaso vivimos en un mundo en el que las oportunidades sociales son para todos como una articulación sistémica? Se los dejo de tarea.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
