En forma nítida la era que nos ha tocado vivir en los márgenes de la pandemia ha revelado una cara que no queríamos ver: la desigualdad social.
Desde una óptica científica, la desigualdad social es producto del control vertical de élites de poder del Estado, lo cual se traduce en explotación, pobreza y violencia socialporque el Estado, desde su estructura jurídico-política, violenta a la población imponiendo la explotación como paradigma aceptado y aceptable de vida, creando con ello una estela de inequidad, desencuentro y dolor societal.
La violencia social tiene en la dimensión del control político del Estado su mayor fuente de reproducción, al grado de que delitos como el robo son ampliamente perseguidos y castigados con penas brutales para aleccionar que la propiedad privada es “sagrada”, pero la propiedad privada le pertenece a la minoría y es a ella a la que protege el Estado.
En este espejismo social hemos vivido y vivimos, sin poder hacer frente a los grupúsculos para crear un mundo de oportunidades para todos, donde la pobreza no sea la constante y la riqueza, la excepción.
Es brutal ver cómo un país que habla de que todos son sus hijos los trata de manera desigual, mata de hambre a la mayoría y permite las tropelías, el crimen y el enriquecimiento odioso de las minorías, las cuales se sirven con la cuchara grande mientras el pueblo se caga de hambre y muere en la desolación; esa es la realidad en la que vivimos, esa es la verdadera violencia social que, en suma, es la violencia que impone el Estado.
Ciegos, sordos y mudos, los ciudadanos hemos sido incapaces de dar la gran batalla de desterrar a los sátrapas de la política, por el contrario, los encumbramos en encargos y puestos públicos donde se cagan de risa del pueblo, engordan en sus escritorios y nos regalan retóricas absurdas donde hablan del bien común y de la patria, excusas para hacer del erario público su modus vivendi, para comerse a puños la riqueza del país, mientras los hombres dignos que viven en la miseria sólo esperan poder arribar al siguiente día y ver a sus hijos crecer.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
