Las pasiones antisociales de la Navidad

Ninguna fecha del año resulta tan controvertida, hipócrita y desgarradora como la navideña, porque en ella aflora la levedad del ser investida de una tensión por la expiación de la culpa de nuestros apetitos mundanos que, sin disculparlos, están pletóricos de egoísmos y juegos de intereses que nos muestran en lo cotidiano casi tal como somos. 

El escenario no puede ser mejor en la época navideña porque presenciamos las actitudes más hipócritas y cretinas del año, salvo raras excepciones; de pronto, el vecino -o vecina- que jamás nos saluda pone cara de estúpido y nos dice: “¡felicidades!”, claro: la navidad le ablanda el corazón, pero esto es poco menos que un recordatorio materno infundado en un cinismo asqueroso.

Qué decir del comercio y sus apetitos económicos, es el escenario más asqueroso, un vómito del alma, lepra en el ano, en fin, el dantesco festín de los buitres que intentan persuadirnos sobre qué y cuánto debemos comprar, aunque no nos haga falta, de lo que se trata es de mostrar que queremos a nuestros seres amados regalándoles el oro y el moro, lo importante es que los comerciantes engorden sus bolsillos mientras los que caen en sus estrategias de neuromercado, en enero miran sus bolsillos con caras de pendejos esperando que llegue pronto la quincena.

Por si fuera poco, construimos un mundo para los niños que es la antítesis de nuestro mundo, es decir, donde la paz, la armonía y lo festivo son la excepción, y para colmo de males, lo acompañamos con la fantasía de los regalos a cambio de garantizar que “se porten bien”, condición absurda porque los niños son niños y no atienden a las lógicas de control social de los adultos, por lo que el niño se ve condicionado a acceder a los apetitos y órdenes de sus padres y familiares bajo la amenaza de que si no se porta bien, el pinche viejo gordo de Santa Claus no le dejará regalos y lo mismo los tres reyes magos, como si estos le hubieran condicionado sus regalos al niño Jesús, cosa que en términos bíblicos no sucedió.

La cereza del pastel son las fiestas orgiásticas que van desde la gula hasta los excesos sexuales, en un frenesí absurdo que termina con sendas resacas, automóviles chocados y accidentes, infidelidad y desencuentros familiares que se presentan al poco rato de cenar o festejar, para advertirnos que el año que viene no cambiará nuestras torpezas y conductas nefastas, por más que en estos días pongamos cara de pendejos hipócritas y digamos: “¡felicidades!”.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.