La transición política que vive Hidalgo ha marcado una construcción gubernamental de amplios retos y desafíos para la administración pública de alternancia de Julio Menchaca. El arribo del proyecto político de Morena no ha estado exento de tensiones internas y externas a las estructuras gubernamentales, que lo mismo han tenido que afrontar la infiltración y éxodo de las fuerzas políticas del antiguo régimen que la reestructuración del partido guinda, y un acelerado proceso de integración gubernamental.
En este trazo de un escenario complejo no existe una dinámica declinante en el ejercicio de gobierno de Julio Menchaca. Lo que caracteriza a la actual gestión del Poder Ejecutivo es el grado de concertación progresista en la coordinación de las estructuras de gobierno y su empeño por garantizar el bienestar social.
Es perceptible que existe una deuda histórica con la ciudadanía hidalguense que ha sufrido en carne propia los estragos de los gobiernos del antiguo régimen que crearon formas de control social espurias, carentes de probidad política y, en un despropósito brutal y absurdo, el empobrecimiento y marginación social.
Cuauhtémoc Ochoa, presidente de la Comisión de Hacienda y Crédito Público del Senado de la República, ha efectuado una crítica política que merece un análisis de forma y fondo para comprender la complejidad del ejercicio de gobierno, sin causar pasiones confusas ni detractores aislacionistas en el gobierno de alternancia de Julio Menchaca.
Las declaraciones del senador Ochoa en torno a que el secretario de Gobierno de Hidalgo, Guillermo Olivares Reyna, “habría efectuado amenazas en contra de los presidentes municipales de la entidad” debe ser leída con el cuidado y responsabilidad de una “visoria pública”, es decir, de una interpretación que intenta advertir mesura y prudencia en el proceder. Sin embargo, las palabras del senador Ochoa esgrimieron un tono beligerante que no cabe en las lógicas que presenta en estos momentos el diálogo abierto, incluyente y crítico que despliega el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, donde mesura y prudencia gubernamental, definitivamente, son la constante.
La autoridad moral de la crítica en un sistema político y democrático no debe caer en el despropósito de una corrección gubernamental que genera tensiones y pasiones políticas. Si algo ha caracterizado el mando y toma de decisiones del gobernador Julio Menchaca es la mesura y la prudencia del acto -sin demeritar la fuerza y firmeza de la decisión política y gubernamental en su gestión- escenario que permea a su staff de servidores públicos.
En toda estructura social y política siempre será más fácil destruir que construir. Esto explica fehacientemente la serie de retos y desafíos que hoy enfrenta la estructura gubernamental en Hidalgo y que no puede ser presa de pugnas intestinas ni divisionismo político, porque ello es un camino de una sola vía: colapso político.
Tampoco es aceptable que una estructura política como la de Morena Hidalgo, que hoy es gobierno, se mantenga acrítica porque ello puede generar condiciones de un peligroso extravío político. No obstante, la crítica se hace en casa en busca de la unidad, con la mesura y prudencia para garantizar el orden político, tratando en todo momento de cautelar el avance público y gubernamental para no infringir una derrota autoimpuesta al diálogo, la concertación y el escrutinio interno.
Concebir desde un tono beligerante la reestructuración del poder político y gubernamental es un acto incendiario que atenta contra la gobernabilidad, contrapesos políticos y equilibrio de consensos en un plano de pasión inadmisible.
Las huellas de los zarpazos del tigre en la historia política sólo han causado heridas fratricidas. Como aleccionó Winston Churchill en 1947 en la Cámara de los Comunes del Reino Unido: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, advirtiendo que el predominio en el ejercicio público reclama mesura y prudencia gubernamental.
