Mi vida en Bilbao

Regina Covarrubias Pérez

Soy mexicana. Mi nombre es Regina Covarrubias Pérez, de Monterrey, Nuevo León. Soy maestra de primaria, secundaria y Educación Especial.

Para empezar, les diré que nunca pensé en dejar mi país, mi profesión, mi familia y mis actividades culturales, participaba en teatro experimental, grupo de folklore y la Estudiantina de Magisterio. Pero el destino, o qué sé yo, me trajo a nuestra “Madre Patria” que en broma le decimos “nuestra madrastra Patria”.

Para seguir, les diré que mi ciudad también era industrial, con un clima extraño, con mucho sol, protegida por montañas, con naranjos a la orilla de la carretera que en verano llenaban el ambiente de un intenso perfume, la sierra Madre y el Cerro de la Silla, nuestro símbolo.

Tengo relación con España por mis abuelos paternos: el abuelito era de Burgos y la abuelita, palentina. Ellos curiosamente se conocieron en Nueva York, adonde habían emigrado, se casaron y se fueron a vivir a México, ahí tuvieron cinco hijos, el menor fue mi papá. Por mi abuelito conocí la música, pues todas las mañanas ponía radio España; yo soñaba con venir a conocer, sobre todo Sevilla, pero solo conocer, no quedarme.

“Yo no me caso”, decía siempre que me preguntaban cuándo me casaba; estaba contenta con mi vida, mi trabajo y mis actividades culturales, pero uno propone y Dios dispone.

Y entonces conocí a quien más tarde sería mi marido. Fue a través del hermano de una amiga y compañera de trabajo que vivía y trabajaba en Australia como ingeniero en la misma empresa en que mi marido trabajaba; le dijeron que lo conectarían con chicas mexicanas en diferentes países: Alemania, Italia, España etcétera, y dio la casualidad de empezar una correspondencia que duró siete años.

El año en que nos conocimos en persona fue 1977, me dijo que había dejado Australia y estaba en España, cansado de no ver a la familia, que trabajaba en la Naval de Bilbao y quería ir a Monterrey para conocernos en persona.

Estuvo un mes, mi papá y mis amigas estaban emocionadas: ¡un español me pretendía! Yo desconfiaba de que fuera casado en España, me dijo que me dejaba pagado el pasaje para que en diciembre viajara a conocer a la familia y el pueblo donde nació y vivían sus padres para que verificara que era soltero.

Llegué al aeropuerto y llovía, nevaba y el frío me dejó sin poder respirar; tenía que bajar del avión en la pista, afuera me esperaban mi futuro marido y sus hermanos. Al acercarnos a Bilbao me pareció horroroso, mucha neblina y lluvia fina; sentí miedo y pena, “ni hablar -pensé-, yo para acá no vendré a vivir“. Conocí a su familia, su pueblo, y Bilbao que no me convencía, yo le decía que prefería Sevilla.

Pues sin más, en agosto de 1978 me casé… Al siguiente día estábamos en Madrid, yo había pedido un año de excedencia en mi trabajo, pensaba que si no me convalidaban los títulos lo podría convencer a él para irnos. Quedé embarazada pronto y tuve un aborto, luego volví a quedar embarazada, era un embarazo de riesgo y casi me pasé todo el tiempo cuidándome, no podía viajar. En 1980 nació mi hijo y fue la mayor felicidad.

Tuve que aceptar el reto de adaptarme al entorno que me parecía hostil, como se dice en México: “¡te aclimatas o te aclichingas!”. Tuve una pequeña depresión, para salir de ella empecé a buscar personas de México que vivieran aquí, entonces no había redes sociales como ahora; era difícil porque casi no había extranjeros, conocí de casualidad a una persona chilena que estaba en una ONG como coordinador de asociaciones: Rigoberto Jara. 

Rigoberto me llevó a una asociación que se acababa de formar: “Mujeres del Mundo“; me presentó a Marivi Marañón, una mujer muy activa en el reconocimiento de inmigrantes. Yo le conté que trataba de reunir gente de México para hacer una asociación, ella me animó y me ayudó a seguir con ello.

Más tarde conocí a Patricia Yano y Araceli Grimaldo y nos pusimos a la tarea. Para entonces ya había más mexicanos, era el  año 2002 y yo estaba muy integrada en “Mujeres del Mundo“. A través de la asociación pude realizar talleres de gastronomía mexicana, a través de los ayuntamientos pude bailar el folklore en diferentes actos, así como impartir talleres de piñatas mexicanas, dar charlas culturales sobre México… 

En fin, que en medio de mi tristeza de no haber conseguido seguir con mi profesión tuve muchas alegrías porque se dio forma a la asociación que pasó a llamarse “Asociación Azteca“. Las fiestas y las reuniones en un principio se hicieron en el local de “Mujeres del Mundo”, queda pendiente formar el grupo de baile mexicano, pero todo se andará.

Continuará…


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