Hay muy poco que decir del diputado Orisis Leines como legislador y mucho menos como presidente del Congreso local y es que, de principio a fin, su gestión al frente de la Junta de Gobierno no sólo resultó insulsa, sino que exhibió el tamaño de su nulo liderazgo, así como el tamaño de su desdén por construir acuerdos y fortalecer la agenda legislativa.
Es importante recordar que su origen político pertenece al Grupo Universidad, lo que de entrada fue un condicionante particular por el papel histórico que ha representado esta tropa subversiva, siempre al servicio de Gerardo Sosa y su insistente manera de contravenir a los gobiernos en turno, en busca de satisfacer sus apetitos personales.
En su toma de protesta, fechada el 5 de septiembre del 2023, como presidente de la Junta de Gobierno del Congreso local recibió su primer revés, y particularmente un mensaje político de proporciones mayores, al no contar con la presencia del jefe del Poder Ejecutivo, Julio Menchaca, lo que significó un tropiezo importante que daba inicio a su gestión y marcó las condiciones del trato que recibiría el resto de su estancia al frente del Poder Legislativo
A lo anterior se sumó el desplante de sus propios compañeros de bancada como el de Tania Valdez, quien era integrante de la bancada del Partido del Trabajo, y al no encontrar las condiciones ni reconocer el liderazgo de Osiris Leines, prefirió sumarse a la bancada de Morena para sacudirse el lastre que representa el GU. Pero con el paso de los meses las cosas fueron todavía más complejas, porque se anunciaba la detención de Edgar Hernández Dañu, quien fue sometido a proceso penal por delitos contra la salud en su modalidad de narcomenudeo.
Pero es que nada podría salirle bien a un diputado con limitaciones en todos los sentidos, y es que también se recuerdan sus desatenciones no sólo a sus compañeras y compañeros diputados, sino al mismo gobernador Julio Menchaca, a quien incluso hizo esperar por mucho tiempo para dar inicio un evento público.
Osiris siempre se fue por la libre, sin tomar en cuenta el que como representante de uno de los Poderes pudo haber construido y tejido alianzas; pudo ser el puente de comunicación con el grupo que representa, pero le faltó altura, oficio y educación.
Las y los legisladores, incluidos sus propios compañeros de bancada, refieren ser tratados con desdén. Si es que hace algo por algún o alguna diputada, se ufana de buen samaritano, pero en realidad es para que le deban favores y después cobrarlos a su modo.
De las alianzas ni qué decir, ya que ni siquiera metió las manos por su compañero Jorge Hernández Araus cuando este recibió señalamientos públicos en su contra por probablemente estar relacionado con la Estafa Siniestra y por algunas observaciones hechas cuando fue presidente de la Junta de Gobierno el primer año de esta legislatura. Parece que nada le importó y, por el contrario, perdió la posibilidad de hacer, al menos, un trabajo decoroso.
También será recordado cuando en un evento en el salón Santa Cecilia vociferó que, a pesar de todo y de todos, él sería el candidato por el Ayuntamiento de Mineral de la Reforma. Es decir, lanzando un reto al jefe político del estado y al final no sólo no fue el aspirante a la alcaldía, sino en su intento por repetir en el Congreso local, recibió una contundente paliza en las urnas.
Todo mal, de principio a fin, todo gris, todo agrio. Nunca en la historia del Congreso se recuerda a un titular de la Junta de Gobierno con esos resultados, con esa imagen tan desgastada, con esa arrogancia y soberbia, pero, sobre todo, con ese desprecio mostrado hacia su persona.
Es más, ni siquiera Ricardo Baptista fue tan agreste y eso ya es decir mucho.