En pocas ocasiones se ha despertado una polémica como la que ha provocado Sonido de libertad de Alejandro Monteverde. La cinta ha causado el repudio de cierto sector, por las declaraciones de su productor e intérprete Eduardo Verastegui, que la esgrime como “una valiente denuncia contra el tráfico infantil” y astutamente pide al público que ayude a difundirla comprando boletos para los que no puedan hacerlo.
El guion del propio realizador y Rod Barr se basa en la verdadera historia de Tim Ballard (Jim Caviezel), quien se ufana de haber capturado a decenas de pedófilos, pero no sabe que contestar cuando un colega le pregunta ¿y a cuántos niños has rescatado?
Por ello toma personalmente el caso de unos hermanitos hondureños (Cristal Aparicio y Lucas Avila) y es capaz de irlos a rescatar a Colombia en un operativo al estilo de Charles Bronson o Chuck Norris de los setenta.
Verástegui confiesa que se tardó ocho años en levantar el proyecto y se reservó el papel de Pablo, un millonario que no quiere permanecer con los brazos cruzados.
Da lástima ver al talento mexicano relegado a papeles de narcotraficante como Gustavo Sánchez Parra o Gerardo Taracena como el temible guerrillero Alacrán, aunque quien se roba la película es Bill Camp como el ex narcotraficante Vampiro.
Sound of freedom se puede ver como una cinta de justicieros hollywoodenses que elogia a la justicia norteamericana, pero que está lejos de ser una denuncia y mucho menos una película que merezca apoyo financiero a su ambicioso productor con aspiraciones políticas.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
