Presunto inocente, presunto culpable

A una semana de la detención de Gerardo Sosa Castelán, el ambiente en la UAEH está lleno de incertidumbre. Las redes oficiales de la casa de estudios se han plagado de comunicados a la opinión pública y han gestado debates complejos entre quienes defienden al líder universitario y quienes celebran su detención

Las decisiones han tardado en tomarse; desde afuera se percibe un extraño movimiento de personal y líderes estudiantiles reunidos en la sede de Ciudad del Conocimiento, abarrotando auditorios y aulas sin saber qué rumbo tomar, qué acciones ejecutar para apoyar a la persona que los puso allí a todos y cada uno de ellos. 

Ése es, precisamente, uno de los grandes problemas que enfrentará la universidad durante el proceso de Sosa Castelán, al ser una institución que lo reconoce como la última instancia posible para tomar decisiones; nada en esa organización se hace o dice sin la autorización previa de su líder. 

Nadie en la UAEH sabe mandar ni hacerse responsable de sus decisiones porque ni siquiera le era permitido.  El paternalismo de Gerardo Sosa ha generado una dinámica de obediencia en la organización en la que todos le agradecen el mínimo gesto de profesionalismo y al que defienden, tal vez por temor, o tal vez por ignorancia. 

Gerardo Sosa Castelán no es la universidad. No puede ser la universidad. No merece ser la universidad. Hoy, la presunción de inocencia que tanto exige la institución es, al mismo tiempo, una presunción de culpabilidad. Hay secretos a voces dentro de la UAEH, hay historias oscuras que hoy, con un poco de luz encima, están haciendo temblar a uno de los personajes más polémicos en la historia contemporánea de Hidalgo. 


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