¿Qué necesita el nuevo gobierno para lograr la cuarta transformación?

¿Hasta cuándo acabará la eterna emoción de la (post) campaña, las promesas utópicas y la luna de miel con el candidato-presidente (virtual y cuasielecto), para pasar a ese momento frío, realista y objetivo de presentar a la ciudadanía, esa que más allá de simpatía y aversión por el proyecto de MORENA conforma el componente heterogéneo de la sociedad mexicana, las líneas de la política de la siguiente administración, es decir, saber en lenguaje simple y llano cuál será el rumbo con el que se conducirá el país de acuerdo con el capital político y financiero disponible?

La avanzada de legisladores de la coalición pejista, que llegarán en mayoría en ambas cámaras previamente desde septiembre, trabajarán arduamente por la aprobación del presupuesto y las reformas necesarias para que el arranque de la nueva administración ofrezca resultados inmediatos y se confirmen, al menos en un programa de los primeros cien días de gestión, diferencias sustantivas con el estilo personal de gobernar entre el tabasqueño y su antecesor mexiquense. También es la oportunidad de fijar una agenda irrenunciable que ya para diciembre esté negociada, aprobada y calendarizada en la triada de materias más exigidas: empleo, seguridad pública y política social.

Así, la renta política obtenida el primero de julio seguirá a la alza, con legitimidad de la amplia base social que seguirá refrendando el respaldo al naciente gobierno, de la misma forma los detractores del movimiento social pro AMLO tendrán que aceptar, a regañadientes, que se empiezan a concretar las promesas que parecían imposibles de cumplir. Sin embargo, en ese panorama esperanzador no podemos soslayar factores que pueden amargar el arranque del gobierno de la esperanza, como la volatilidad de los capitales, la caída de las inversiones, la inestabilidad del mercado de valores, la falta de liquidez para asumir los costos de operación de la administración pública, la caída de los precios del petróleo, la resistencia del poder judicial por ajustarse al plan de austeridad, un desastre natural y hasta un ascenso de la criminalidad que aleje al turismo de las fuentes para obtener divisas que requiere el país para sus importaciones.

Con lo anterior quiero establecer que más allá de las buenas intenciones, el gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador debe dejar de lado el confeti de la celebración y trabajar de forma muy responsable de cara a la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo, documento fundamental que debe dejar constancia de lo posible y no de lo deseable para emprender las acciones que mejoren la calidad de vida de la población mexicana y fijen las bases de una justa distribución equitativa del ingreso.

Si bien existe la intención de transformar al país mediante la intención de llevar la justicia social a quienes menos tienen, a los olvidados, a los más pobres, a través de una revolucionaria repartición de apoyos con programas asistenciales, también es cierto que si no se promueve correctamente el aparato productivo en la industria, el sector agrícola, la generación de cadenas productivas y la gestación de polos de desarrollo para la exportación, todo quedará en buenas intenciones y en una frustración social generalizada.

Hay varios signos positivos que alientan un arranque firme en la primera etapa del naciente gobierno: las personas que integrarán el gabinete de cada secretaría y dependencias claves fueron designadas con antelación y cada uno de ellos ha trabajado en el diseño de su propia línea de trabajo; la cooperación del gobierno saliente ha facilitado de forma tersa la entrega de la información para poder realizar los diagnósticos de cada área de forma objetiva; los mercados financieros y el empresariado han reaccionado de forma respetuosa al triunfo de un gobierno de izquierda y no se calculan fugas de capitales ni errores de diciembre; el gobierno republicano de Estados Unidos ha dado su voto de confianza para trabajar con la administración de Andrés Manuel López Obrador y, fundamentalmente, la conformación del Congreso, con una mayoría absoluta en ambas cámaras, factor que le permitirá impulsar las acciones legislativas necesarias para implementar un programa de acción emergente.

Entre la negatividad de los imponderables y factores exógenos frente a los pasos firmes y llenos de buena voluntad que se establecen para lograr el mejor arranque de gobierno en la historia moderna, surgirá una nueva manera de relacionarnos con las instituciones, un liderazgo diferente, una era caracterizada por la austeridad y el combate al dispendio. Veremos si la oposición histórica es capaz de gobernar un país y generar profundas trasformaciones, en esta etapa estamos y deseamos, de corazón, que llegue la prometida cuarta transformación, como dijo ya saben quién: “por el bien de todos”.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.






EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.