Ante la ola de cintas catastrofistas sobre el fin del mundo, como Dejar el Mundo Atrás de Sam Esmail o No Mires Arriba de Adam Mckay, resulta curioso ver la variante mexicana, No Quiero Ser Polvo, segundo largometraje de Ivan Lowenberg, que se acaba de estrenar en las dos Cinetecas.
El guion del propio realizador narra la historia de Bego (Bego Sainz) una madura ama de casa que es menospreciada por su esposo Roberto (Eduardo Azuri) e ignorada por su treintón hijo director Iván (el propio realizador).
Se refugia en ondas esotéricas y en ejercicios para adelgazar, pero su mundo se pone de cabeza cuando un ex científico de la NASA (J.C. Montes Roldán) llevado por Xóchitl (Agustina Quinci) les vaticina “días de oscuridad para la humanidad” y les advierte que el gobierno lo ocultará “para no sembrar el pánico”.
Angustiada por la suerte de su familia, hace preparativos para el evento, pero se encuentra con la indiferencia de todos, que la tildan de “loca y fanática”.
Pero quien ríe al último ríe mejor.
Sin aparatosos efectos especiales o grandes presupuestos, el director de La Castración hace un fiel retrato de la clase media, con una mujer minimizada, que se convierte en blanco fácil de sectas y charlatanes. Lowenberg, quien había aparecido como travesti en La Castración, aquí se autoparodia como un director de cine que va a hacer una maestría a Argentina,
No Quiero Ser Polvo resulta pues una interesante visión apocalíptica realizada con inteligencia y pocos recursos.
Por: Jorge Carrasco V.
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.
