Ser y Devenir 148

La conferencia “Feminismo y revolución” terminó con una tragedia, un estudiante demente entró armado y, luego de presumir de manera desafiante el orgullo de su misoginia, sorprendió a todos descargando su cartucho disparando al azar. Una masacre.
Miau.
Amanece y los grandísimos ojos verde cartuja de un gato negro me miran fijamente. ¿Qué? Estoy en el suelo boca abajo, levanto la cabeza y, además de explotarme de migraña, me percata aún deslumbrado que estoy en la sala del departamento de… ¿Quién vive aquí? Una excéntrica mezcla entre folclor, pop y posmoderno. ¿Qué pasó? El gato se pasea a mi lado restregándose en mi brazo. Aún ando pedo. Me levanto, me tambaleo un poco y me siento en el sillón de enfrente para no caer al suelo. ¿Qué quieres, pinche gato? Una chica duerme en un sillón, falda artesanal, chamarra de mezclilla y coleta adornada con listones de múltiples colores. ¿Martha? ¡Ay, mi cabeza! Sigo muy pedo. El gato se sube a mis piernas y, al acariciarlo, se restriega entre mis brazos oliéndome y aullándome en la cara. ¿Qué quieres?
Miau.
—Déjame en paz —le digo, lo aparto y me pongo de pie caminando torpemente hacia la mesa del comedor repleta de latas, bebidas a medias y botellas varias. ¡Muero de sed! El gato me sigue, se atraviesa entre mis piernas y de un ligero brinco se sube a la mesa—. Qué quieres, güey.
Miau.
—Yo también me siento de la verga pero no mames deja me recupero un poco y luego veo qué puedo hacer por ti.
¡Miau!
O qué la chingada.
¡¡Miau!!
Abro el refrigerador en la cocina, reviso sin cautela y le aviento un paquete de salchichas. El gato corre tras éste, lo huele y me mira maullando en un reclamo.
—No te lo voy a cocinar, no mames.
Miau.
—¿Te cae?
Vuelve a maullar restregándose en mi pierna y entornando tiernamente sus ojos.
—Chale.
Enciendo la estufa, pongo un sartén y echo tres salchichas.
Miau.
—Aquí tienes y ya deja de chingar.
Miau.
Regreso a la sala bebiendo agua y, reordenando los recuerdos de la tragedia, recorro la estancia del departamento. Otra chica duerme en el suelo, detrás del mueble de la tele, a un lado de la ventana. Es Claudia, jeans ajustados y playera blanca. Qué pedota. Voy al baño y otra achica duerme abrazando el escusado. Irma, la más ruda de todas. ¿Y Giovanna? Me asomo a una recámara seguido por el gato, quien entra y de un brinco se sube a la cama. Ahí duerme una anciana, debe ser abuela de alguien y, supongo, la dueña de la casa.
—Vámonos, güey —le digo al gato y me sigue.
Me asomo a la otra recámara, veo dos cuerpos bajo las sábanas y siento que se me estruja el corazón. Por ambas. Por mí. Por la causa.
—Es Giovanna con alguien más— no sé por qué lo digo en voz alta, uno de los cuerpos se mueve y salgo de la recámara.
Miau.
—Cállate.
En la sala me sirvo otro vaso de agua, me siento en el suelo y el gato se acurruca en mis piernas. Lo miro, maúlla y comienza a bañarse lamiendo su pata. Suspiro hondo, cierro los ojos y, automática-mente, mis pensamientos se vuelcan al día anterior.
Una manta sobre la explanada central de la Universidad Autónoma Metropolitana en Xochimilco:
Feminismo y revolución
Jornadas universitarias
UNAM / IPN / UAM / UIA
Modera: Giovanna Simoné

Me encanta el sol de mediodía, calentando corazones y haciendo brillar todas las flores. Es hermoso. El cielo, la tierra y todo. Siento como si el concepto de belleza me invitara a compartir su particular belleza, su visión del mundo y todo en su conjunto. No sé. No sé cómo expresarlo. No sé cómo pero todo es tan perfecto. La naturaleza es perfecta. Todos son perfectos y… ¿Por qué veo todo tan afable y melodioso? Nunca soy así. ¡Mira el árbol! ¿Me saluda? ¡Hola, árbol! Luego, de un silencio simplemente observacional, recapacito. A ver, no, no, no; qué pedo. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué veo todo tan colorido? ¿Por qué todo me hace sonreír? Y, mientras cavilo sobre mis sensibles pensamientos, unos delicados brazos me rodean por la espalda. Es Giovanna.
—¿Cómo estás?
—Perfecto.
—¿Y eso? —me pregunta extrañada.
—Pues…
Me mira entornando sus ojos, tocando levemente mi mejilla y, al notar que no me salen las palabras exactas, me besa con delicadeza y el mundo se detiene.
—Me tengo que ir.
—No, espera.
—¡Soy la moderadora! —dice por último y se retira de prisa hacia el auditorio ya repleto de estudiantes. Me tomo mi tiempo, compro un café y, ya iniciada la conferencia, me asomo atestiguando el debate apartado desde la puerta.
Crítica total a la sociedad patriarcal y sus prejuicios como las implicaciones sociales en el modo de producción capitalista. Diferenciación de las reivindicaciones de clase, revaluación feminista de la revolución rusa de 1917 y su redimensión en la lucha. La emancipación de la humanidad como la emancipación de la mujer, análisis del concepto de derechos fundamentales y la distinción entre igualdad frente a la ley e igualdad frente a la vida. Las nuevas realidades a partir del nuevo pacto de la posguerra y el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos. El liberalismo…
—¡Neo-liberalismo! —me aclara siempre Giovanna.
—¿No es lo mismo?
—¡No!
—¿Por qué no?
—¡Cállate! —me dice riendo y me propina un salvaje beso, filosóficamente terminaríamos discutiendo.
En la conferencia participaron cuatro mujeres, cada una representando a su universidad y concluyeron la jornada con una discusión en que Giovanna, nada extraño, era la más revolucionaria:
—El neo-liberalismo se asentó sobre las supuestas ruinas de la también supuesta derrota revolucionaria y se consolidó una supuesta democracia sin apellido, o como diría el mamón de Krauze: sin adjetivos. ¡Pues no! La democracia sí tiene apellidos y éstos deben de ser revolucionarios, por ejemplo, sin el concepto burgués de familia y ampliando e interiorizando la diversidad de tipos de familia. En vez de destruir el núcleo burgués por excelencia, reconocer su multiplicidad y, por tanto, una nueva caracterización que incluya todas las posibilidades de interacción fraternal. Apertura mental-mente revolucionaria.
Es más hermosa cuando discute.
Terminó la conferencia y vino la sesión de preguntas, me alejé del auditorio y fui a recostarme en el pasto más cercano en lo que todo terminaba.
El cielo.
Me quedé pensando mientras observaba las nubes pachonas como algodones de azúcar color naranja. El cielo contrastando con el blanco ¿recuerdas? Semejante a las flores anaranjadas en aquella legendaria nevada. ¿Sí recuerdas? Cómo olvidarlo. ¿Ahora eres feliz? Como el lobo. ¿Tanto así? Muchísimo. Debes tener los niveles de serotonina muy altos. No es por eso que soy feliz. Es por lo que ella hace siempre: existir.
Las nubes formaban algo parecido a un armadillo cuando escuché los primeros gritos provenientes del auditorio, levanté mi torso extrañado cuando vinieron los chiflidos y, justo cuando me puse de pie, escuché las fatales amenazas.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Continúa 149

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".