Cuidado con los perdedores, pueden provocar violencia

La violencia, que no es otra cosa que el uso de la fuerza para conseguir algo, y no de la razón con argumentos válidos, es una posible reacción de los perdedores de la elección del 18 de octubre dado el grado de frustración que existe, sobre todo por parte del Grupo Universidad, que no es ajeno a estas prácticas desde sus orígenes, como la FEUH, de triste memoria.

En el fondo, recurrir a la violencia es negarse a la realidad de que fueron pero ya no son, y no aceptar que el PRI, que en algún momento cobijó sus acciones -sobre todo de ciertos gobernadores-, en esta elección les ha dado una tunda, principalmente en dos apuestas, la primera era Tula con un muy disminuido Ricardo Baptista, quien una vez que se recupere regresará al Congreso, donde pudo hacer mucho por Hidalgo y desgraciadamente sólo hizo mucho para su patrón

La otra apuesta era Tulancingo con Damián Sosa, que por la situación que atraviesa el grupo al que pertenece, es o era una tabla de salvación para poder gritar desde este puesto de poder que todavía están vivos y que eso de que están con las últimas velas prendidas es un cuento. Pero todo indica que también les falló y que Jorge Márquez los derrotó.

Ante esta situación, las garzas tenían dos opciones: aceptar que perdieron y desde ahí trabajar para poder tener de lo perdido lo que aparezca, o como es una tradición en la política, culpar de su derrota al que se deje y no aceptarla, buscando todos los caminos para ganar.

El camino legítimo es llevar el caso a tribunales electorales con las pruebas que tengan para revertir el resultado, procedimiento que les puede resultar o no, pero que la ley permite. El otro camino es el de la presión con movilizaciones, que pueden ser plantones, marchas, tomas de carreteras, y en última instancia la violencia.

No es algo que las garzas no conozcan o no hayan hecho en su agenda histórica, pero soltar ese monstruo por enojo o frustración es un riesgo que no debe tomarse, por todo lo que significa la violencia en el estado.

La probabilidad de que se den estos hechos es alta, sobre todo porque este grupo siente que se va desmoronando y, siendo todavía un ente de poder, es evidente que su lucha es de sobrevivencia, no de acumulación de fuerza.

Hay, y se nota, frustración, fracaso, desengaño, decepción, sentimientos peligrosos para tomar decisiones sensatas. Ojalá que Damián, Ramírez Cuéllar y los miembros de este grupo no se equivoquen en las medidas que decidan sobre todo en el caso de Tulancingo. Si invocan al dios de la guerra, habrá guerra, y hasta en esto no se ve cómo puedan ganar y sí pueden abrir un camino muy peligroso.

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Por: Adalberto Peralta Sánchez

Nací el 11 de mayo de 1946 en un pueblito que tiene una laguna con patos y un parque con bancas con el nombre grabado del donante. Una de esas bancas tiene el nombre de mi padre. Estudié Filosofía y ejerzo el periodismo desde hace varios años. Colaborar con mi hijo en EFFETÁ me llena de orgullo. Trataré de hacerlo bien.


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SUMA Y RESTA - Adalberto Peralta Sánchez

Nací el 11 de mayo de 1946 en un pueblito que tiene una laguna con patos y un parque con bancas con el nombre grabado del donante. Una de esas bancas tiene el nombre de mi padre. Estudié Filosofía y ejerzo el periodismo desde hace varios años. Colaborar con mi hijo en EFFETÁ me llena de orgullo. Trataré de hacerlo bien.