Los abogados del Chapo y el mismo Chapo destapan la cloaca y acusan a Calderón y a Peña Nieto de haber recibido miles de dólares por sobornos, al igual que han comenzado a hablar de servidores de menor rango que también recibieron jugosas sumas de dinero, sin que ello implique que la información fluya y en México se haga algo al respecto, al menos, en términos de investigaciones.
Lo cabrón del caso es que no ha existido un pronunciamiento claro del gobierno mexicano sobre si habrá o no investigaciones a partir de la información que se devele de este caso, cosa brutal que no coincide con la reestructuración pública en materia de probidad; situación de la cual tampoco se ha pronunciado Manuelovich.
Lo paradójico es que el Chapo no es el único que puede revelar sobornos y compra de lealtades; todavía no se ha profundizado sobre el caso Odebrecht, cuestión que podría cimbrar a la clase política si es que realmente existe un intento serio en el futuro gobierno por garantizar la probidad y moralización publica, así como hacer valer la ley, lo cual vemos lejano ante las acciones emprendidas hasta ahora por AMLO y su gente.
Nada tan incierto como el panorama de corrupción e impunidad que prima en el área pública, es un mal tan intrincado y con tantos desencuentros y juegos de intereses, que hasta ahora no hemos presenciado un solo acto que nos arroje luz sobre que las cosas pueden cambiar para tratar de generar otra clase de país.
La comparecencia del Chapo en Estados Unidos es el más puro ejemplo de que la clase política en México se encuentra, en su mayoría, podrida, pero también nos alecciona sobre que la impunidad y los cotos de poder de la clase política son cosa seria y que difícilmente vendrá el mesías que ponga fin al peculado, a la corrupción e impunidad de la cual los servidores públicos hacen nata como moscas en la leche.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
