Vladimir Putin ha promovido una reforma constitucional para que una consulta ciudadana le permita eternizarse en el poder de Rusia hasta el año 2036. ¡Qué huevos de este cabrón!
Es evidente que el control político de Putin y el grado de legitimidad lo apuntalan en Rusia, pero la lucidez de la razón nos indica que los usos del poder de un líder suelen viciarse, por lo que es sano no eternizarse en un puesto.
Debemos que recordar que Putin es un viejo lobo de la KGB, y que después de la reestructuración de la Glasnot y la Perestroika se aprestó a encaramarse en el poder. Ahora, madurito y con el peso de la disputa geopolítica entre Estados Unidos y China, le ha dado solidez a la economía rusa y juega con los demás países como si fueran marionetas, recordemos la guerra petrolera entre rusos y árabes que hizo temblar las bolsas del mundo el pasado lunes.
Ya he sostenido que de todos los líderes en el planeta Putin es el más matrero, certero y manipulador, al grado que la intervención en las elecciones de Estados Unidos, el jugueteo con los precios del petróleo en los mercados internacionales y el desgaste sufrido por la oposición venezolana no le son ajenos y su sombra de caudillo aparece con una fuerza brutal y feroz; por cierto, no le teme a nada ni nadie.
¿Qué prospecta el liderazgo de Putin hasta 2036?
La estabilidad vitalicia y competitividad de un país temible, con grandes potencialidades económicas y con una fuerza intelectual importante se habrá de posicionar como la gran potencia que fue desde la otrora Unión Soviética, sólo que ahora lo hace desde la competitividad de la economía de mercado y ha trazado una ruta de empoderamiento en la que, al menos productivamente, Estados Unidos podría quedar en tercer sitio, por debajo de China y Rusia.
Putin, Putin, Putin, eres admirado por propios y extraños, ¿a diferencia de Evo Morales, quien se atreve a criticar tu eternización en el poder?, ni madres.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
